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Emilio J. González

El final del dólar fuerte

Algo empieza a cambiar en Estados Unidos cuando, después de tanta apuesta por el dólar fuerte en el primer año de la Administración Bush, ahora se deja que el billete verde corrija su cambio y vaya dejando poco a poco de estar sobrevaluado. No ha habido anuncio oficial aunque, a la luz de los hechos, lo más probable es que el secretario del Tesoro, Paul O’Neill, haya conseguido convencer al presidente norteamericano de que lo más sensato y lo mejor para el país y para el mundo es abandonar esa idea.

No ha habido anuncio oficial, nunca lo hay en estos casos, pero lo cierto es que un dólar cotiza ya a 0,9 unidades por euro cuando hace unos meses lo hacía a 0,85. Y esta evolución obedece no a la fortaleza de la divisa europea sino a la debilidad de la moneda norteamericana que su gobierno ha dejado que se ponga de manifiesto. Esto reportará muchos beneficios a todo el mundo, empezando por unos Estados Unidos que necesitan cerrar su abultado déficit de balanza de pagos para aumentar más su tasa de crecimiento económico. Esta fase actual de debilidad del dólar ayudará bastante a ello si persiste en el tiempo. La industria americana, además, dejará de ver cómo su competitividad se deteriora debido a una moneda sobrevalorada en un 25% frente al euro y al yen.

Para Europa también habrá beneficios. La subida del euro supone una restricción monetaria equivalente a una subida de los tipos de interés sin necesidad de tener que endurecer la política monetaria, con sus consecuencias negativas para una recuperación económica incipiente que lo que menos necesita ahora es un dinero caro. Pero, además, a medida que se reduzca el déficit exterior norteamericano y su economía crezca más, tendrá más capacidad para ‘tirar’ de las economías del resto del mundo, lo que impulsará la recuperación de la UE.

Todos estos efectos se dejarán sentir en España. Pero habrá uno añadido, vía Argentina. Si el dólar se debilita, habrá menos presión sobre el peso. Esto ayudará a estabilizar económicamente el país si el nuevo ministro de Economía, Roberto Lavagna, quiere y puede hacer lo que tiene que hacer. En ese caso, las empresas españolas con intereses en el país austral lo notarán directamente en sus cuentas y en sus exportaciones, lo que impulsará aquí también tanto el crecimiento económico como la Bolsa.

La política del dólar fuerte, por tanto, era un error y así ha quedado de manifiesto en los últimos meses. Ahora, Estados Unidos parece dispuesto a enmendar la situación y ponerle fin. Si persiste en sus intenciones, 2002 puede ser un año de resultados económicos mejores de lo que se piensa en estos momentos.

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