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Emilio J. González

Errores fiscales

Es curioso que un país como España, que tenía una bien ganada fama de indisciplina económica, sea hoy uno de los pocos Estados de la zona del euro en alcanzar de forma sostenible el equilibrio presupuestario -hecho que se produjo en 2001, según acaba de anunciar el Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro- mientras que al campeón de la ortodoxia, Alemania, se le ha ido de las manos el control de las cuentas públicas.

Alemania cerró el año pasado con un déficit público del 2,6% del PIB, muy cerca del límite del 3% establecido por el Pacto de Estabilidad de la zona del euro, y para este ejercicio las cosas no se presentan mucho mejor. Hasta ahí, en principio, todo es razonablemente normal porque la causa inmediata de estos resultados es la actual desaceleración económica mundial, que la actividad productiva germana sufre con especial intensidad hasta el punto de llevarla a la recesión en que se encuentra inmersa actualmente. Eso es lo que entiende el Ecofin, que se ha mostrado generoso y comprensivo con los alemanes, en vez de exigente, e incluso les ha consentido que no recorten el gasto público para evitar que los problemas económicos se agudicen todavía más. Correcto.

Ahora bien, ¿qué hubiera pasado si hubiera sido otro país el que se encontrase en la circunstancia presupuestaria de Alemania? Porque conviene recordar que fueron precisamente los germanos quienes primero insistieron en la necesidad de firmar el Pacto de Estabilidad y después pretendieron endurecerlo. Pero, con las circunstancias actuales, donde antes decían "digo", ahora dicen "Diego". Esto no es de recibo en la política europea.

No obstante, aún hay otra cosa peor. Alemania culpa del desequilibrio presupuestario a la coyuntura, pero la Comisión Europea ya les venía avisando desde hace dos años que su saneamiento fiscal no era sostenible porque era fruto, única y exclusivamente, del fuerte aumento de los ingresos que acompañó al crecimiento económico, no de reformas estructurales que impidiesen un repunte del déficit como el actual cuando se pasara de las vacas gordas a las flacas. Y eso es culpa de Alemania, no de la coyuntura.

El Banco Central Europeo, incluso, fue más allá en las críticas a la política fiscal alemana y, además de denunciar la insostenibilidad del ajuste presupuestario, advirtió del riesgo que suponían las bajadas de impuestos llevadas a cabo por el Gobierno federal sin tener una contrapartida en forma de recortes y reformas del gasto. Aquellos polvos trajeron estos lodos y hoy el déficit público se está disparando en Alemania entre otras razones por la insuficiencia de ingresos provocada por las decisiones incompletas o erróneas del pasado, en definitiva, por hacer las cosas a medias. Con este panorama, no es extraño que el euro no remonte el vuelo frente al dólar, pese a que la zona del euro tiene tipos de interés más altos que Estados Unidos y su economía crece bastante más.

Este caso debe servir de ejemplo para las comunidades autónomas españolas, ahora que acaban de asumir muchas competencias y muchos ingresos en materia fiscal, en el sentido de que aquellas que apuesten por recortes de impuestos ya saben que deben reducir también sus gastos porque, gracias a la Ley de Estabilidad Presupuestaria, no podrán saldar sus cuentas con números rojos salvo en casos excepcionales y perfectamente justificados.


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