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Emilio J. González

Incógnitas empresariales en el País Vasco

Las elecciones vascas del pasado domingo despejaron algunas incógnitas relativas al mundo empresarial. Pero otras muchas siguen sin aclararse.

Entre lo que ya se puede dar por seguro está quién manda en el BBVA. Tras la victoria del PNV, el organigrama del banco no se moverá y permanecerá tal cual quedó después del pacto alcanzado por el co-presidente Francisco González con el consejero delegado, Pedro Luis Uriarte. Todo el mundo estaba pendiente de las elecciones para conocer el futuro de Pedro Luis, hombre vinculado al PNV que formó parte del Gobierno vasco. Una victoria del PP probablemente le hubiera relegado y provocado su salida de la entidad. Esa circunstancia ahora ya no parece posible.

Por el lado de las incógnitas hay una empresa con nombre propio, Iberdrola. Su futuro está en manos de sus accionistas, entre los que se encuentran el BBVA y las cajas de ahorros vascas. El banco presidido por Francisco González no parece que vaya a participar en operaciones de acoso y derribo al presidente de la eléctrica, Iñigo de Oriol. Ambos son hombres próximos al PP y de confianza del presidente del Gobierno, José María Aznar. Pero las cajas vascas son otra cuestión. Sus representantes se opusieron en todo momento a la fusión de la compañía con Endesa, con lo que implicaba de traslado de la sede societaria a Madrid, para llevarla al ámbito de Repsol y Gas Natural, dos empresas controladas por el BBVA y les gustaría cobrarse la cabeza de Oriol. Un resultado más favorable para PP-PSOE en las urnas hubiera cambiado las cosas. Pero después del veredicto de los votantes, ese escenario sigue igual y el futuro de Iberdrola y de su presidente sigue siendo tan incierto como antes del domingo.

En cuanto al conjunto del sector empresarial vasco, la pregunta que tiene todo el mundo en mente es hasta qué punto la fuerte pérdida de apoyos de EH es fruto del rechazo de los votantes al terrorismo o, como parece más plausible, obedece a las llamadas del PNV al voto útil. En el primer caso, la presión sobre los empresarios y el clima de inseguridad que padecen podría aliviarse; en el segundo, por el contrario, es probable que les espere más de lo mismo. Y eso podría llevar a más de una empresa a trasladar su sede social fuera del País Vasco. El tiempo lo dirá.

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