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Emilio J. González

La canción del petróleo

Siempre suena la misma canción en vísperas de la cumbre semestral de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP). En cuanto se acerca la fecha, Irak empieza a decir que suspende sus exportaciones de crudo con el fin de presionar a la ONU para conseguir mejores condiciones en el programa “Petróleo por alimentos” y, sobre todo, tratar de romper de una vez por todas el embargo sobre las ventas al exterior de “oro negro” impuesto al país tras la Guerra del Golfo. ¿Es para preocuparse?

Entre los analistas se teme que la retirada del mercado del crudo Iraquí sitúe el precio del barril por encima de los 30 dólares. Actualmente cotiza en torno a los 28-29 dólares. Sin embargo, Arabia Saudí ya ha dicho que compensará la política de presión de Sadam Hussein con un aumento de su propia producción de petróleo. Sus palabras son tranquilizadoras. Los árabes, de entrada, tiene capacidad de sobra para poner en el mercado cuatro millones más de barriles al día, puesto que están extrayendo crudo al 66% de su capacidad. Es decir, hay colchón suficiente para compensar los efectos de los 2,3 millones de barriles que Irak vende al día.

Además, no hay prácticamente ningún país de la OPEP, excepto Irak, interesado en una nueva subida del crudo, básicamente, porque ello sería un nuevo y duro golpe para las economías de los países industrializados, que podría cercenar de raíz la recuperación económica de Estados Unidos y hundir a la Unión Europea en una crisis. Esto supondría una caída fuerte del consumo que reduciría los ingresos de la OPEP, y eso nadie lo quiere.

Además, los países exportadores de petróleo se verían sometidos a una presión internacional muy fuerte para abaratar el precio del crudo, presión que estaría encabezada por los propios Estados Unidos, como ya sucedió en el otoño pasado. Arabia Saudí, en estos momentos, no se puede permitir el lujo de enemistarse con la única superpotencia del planeta, puesto que la dinastía reinante allí se mantiene en el poder con el apoyo norteamericano. Éste es un aspecto muy importante a tener en cuenta puesto que el rey de Arabia lleva meses en un estado de salud muy crítico y su sucesor, cuando fallezca, necesitará el apoyo de EEUU para conservar el poder frente a sus rivales de dentro del país y evitar que las naciones del entorno se le echen encima aprovechando la coyuntura.

Arabia, en consecuencia, cumplirá su palabra. Los demás miembros de la OPEP, como han hecho en los últimos años, tampoco es probable que sigan a Irak en su iniciativa. No les interesa por motivos económicos y, desde luego, están encantados con la postración y debilidad de su enemigo más peligroso en la zona del Golfo, al que no ayudarán, ni mucho menos, a levantar cabeza. Que se lo pregunten si no a los iraníes, que tuvieron que sufrir ocho años de guerra como consecuencia de las ambiciones expansionistas de Sadam Hussein. Por tanto, las amenazas de Irak quedarán en agua de borrajas; el martes, en Viena, los restantes miembros de la OPEP harán lo posible porque así sea.

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