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Emilio J. González

Un cadáver ambulante

Domingo Cavallo volvió en febrero al Ministerio de Economía argentino como la gran esperanza blanca que sacaría al país de la crisis económica en que llevaba inmerso más de dos años. Desde entonces, lo único que ha cosechado ha sido fracaso tras fracaso.

Su famoso plan de relanzamiento de la economía y de saneamiento de las cuentas públicas no ha servido para nada y todas las medidas que tomó después, tampoco. Hoy Argentina se encuentra más cerca que nunca de la suspensión de pagos, el mercado ya ha devaluado "de facto" al peso al cambiarse por 1,4 por dólar, los argentinos siguen llevándose el dinero fuera del país a espuertas, a pesar de los límites impuestos para disponer de efectivo -se dedican a comprar acciones en la Bolsa de Buenos Aires mediante cheques y transferencias bancarias que después venden en Nueva York para obtener dólares en mano- y, para colmo de males, el FMI se ha negado a seguir ayudando al país si no hay cambios verdaderos en su política económica.

En otro país que no fuera Argentina, Cavallo ya hubiera tenido que dimitir, sobre todo después de que el Fondo se negará a desembolsar más dinero, lo que obligará a Argentina a utilizar sus reservas de divisas este mes para pagar los intereses y la deuda que vencen el día 17 y a declarar la suspensión de pagos en enero si no cambian las cosas. El rechazo de todo el mundo es palpable y ni los ciudadanos ni el sistema económico ni la comunidad internacional confían en él. Pero se trata de Argentina, un país instalado desde hace años en una suerte de esperpéntico realismo mágico. Quizá por eso, Cavallo sigue en el Ministerio a pesar de que huele de lejos a cadáver político... o quizá porque el presidente Fernando de la Rúa sabe que si cae su ministro de Economía, detrás va él sin esperar a las presidenciales de 2003.

Mientras tanto, Cavallo, en su soberbia, sigue negando la mayor, esto es, la necesidad de devaluar, que el FMI exige lo que exige, que sus planes no sirven de nada, etcétera, etcétera, etcétera. Claro que si el "superministro" se va, ¿quién se va a atrever a coger el timón de la economía argentina en el estado en que la están dejando los sucesivos ministros de De la Rúa?


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