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ECONOMÍA

Esplendor y decadencia alemana

La economía y la productividad en Alemania casi no han crecido en la última década, pero sí el desempleo. Otras naciones de la vieja Europa no están mucho mejor, pero actualmente el contraste es grande con el mundo de habla inglesa: el Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.

La economía y la productividad en Alemania casi no han crecido en la última década, pero sí el desempleo. Otras naciones de la vieja Europa no están mucho mejor, pero actualmente el contraste es grande con el mundo de habla inglesa: el Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.
Vista parcial del Bundestag (Parlamento) federal.
Las causas de tan gran diferencia en el rendimiento económico las encontramos en viejos y casi olvidados debates. A fines del siglo XIX surgió una gran controversia entre los defensores ingleses que apoyaban las virtudes del libre mercado y un grupo de teóricos alemanes que condujeron a su país hacia la economía social de mercado, el modelo alemán durante casi todos los últimos 125 años.
 
Ese mismo debate está de nuevo en el tapete en Alemania: ¿qué hacer con una economía estancada durante tanto tiempo? Muchos exigen reformas que conducirían el país hacia el modelo angloamericano de libre mercado. Aspiran a reducir regulaciones, recortar gastos estatales y dar marcha atrás en programas de bienestar, temas muy discutidos durante las recientes elecciones, pero no está claro si el nuevo Gobierno podrá deshacerse de la llamada “economía social de mercado”.
 
La génesis del sistema alemán se remonta a una disputa sobre la metodología de la teoría económica. De un lado estaban los economistas de la Escuela Austriaca Carl Menger y Eugene von Bhöm-Bawerk, con sus aliados de la Escuela Clásica Inglesa, y del otro Gustav von Schmoller y la Escuela Histórica Alemana. La interrogante era si las teorías económicas pueden ser aplicadas todo el tiempo a todos los países. Los economistas austriacos e ingleses creían en la universalidad de sus propuestas, porque el mercado maximiza el bienestar, dando prioridad a las preferencias de individuos, consumidores y capitalistas. Así, la mano invisible dirige el trabajo, el capital y los recursos para cubrir eficientemente las necesidades de la sociedad.
 
Por el contrario, la Escuela Histórica Alemana ponía en duda la magia del mercado, argumentando que el modelo de Gran Bretaña y EEUU no era mejor para Alemania. Schmoller y sus aliados sostenían que Alemania tenía que crear sus propias políticas en función de sus realidades, instituciones y necesidades, defendiendo el existente Estado de Bienestar autoritario y rechazando el libre mercado inglés.
 
Bismarck.En Alemania, los altos cargos académicos en ciencias políticas, sociología y economía estaban en manos de intelectuales cercanos al Gobierno. Y aunque perderían el debate, su punto de vista continuó dominando el pensamiento económico y las políticas gubernamentales durante varias décadas.
 
Esa escuela aportó los argumentos que conducirían a la "tercera vía" entre el capitalismo y el comunismo. El resultado fue el Estado de Bienestar inaugurado por el primer canciller alemán, Otto von Bismarck (1871-1890). Dicha ideología predominó en Alemania entre 1880 y 1948, y de nuevo a partir de fines de los años 60. El único rompimiento de la economía social de mercado ocurrió luego de la aplastante derrota en la Segunda Guerra, y ese corto tiempo muestra una interesante lección del inmenso potencial del modelo de libre mercado en Alemania.
 
El país había quedado en la ruina total: la moneda y la infraestructura habían sido destrozadas; el trueque para conseguir alimentos era la principal labor diaria para casi todos los alemanes. Los pocos comercios que quedaban en pie no tenían productos para vender. Fue el jefe de la Oficina de Oportunidad Económica, Ludwig Erhard, quien en 1948, con su antiguo profesor de economía en la Universidad de Freiburgo, Wilhelm Röpke, estableció las reformas que revitalizarían Alemania.
 
La noche del 20 de junio de 1948 Erhard anunció por la radio lo que se llamaría "la quema de los controles". Se introdujo una nueva moneda que redujo a una décima parte el circulante, y acabó así con la inflación. Se eliminaron los controles de precios y salarios, a la vez que se bajaron los impuestos personales y de las empresas. En pocos días las tiendas estaban llenas de productos, se acabó la escasez de alimentos y regresaron las inversiones.
 
Esas reformas de mercado triplicaron el ingreso per cápita alemán entre 1950 y 1974. El paro cayó al 2,5% y se crearon 8 millones de nuevos empleos. El crecimiento económico, que había sido del 0,3% entre 1913 y 1950, se disparó al 8% anual durante los años 50. Así, la economía alemana rápidamente dejó atrás a naciones como Francia y el Reino Unido, que habían ganado la guerra.
 
Pero, creyendo tener la gallina de los huevos de oro, el Gobierno alemán comenzó a dar la espalda al libre mercado en los años 60: el gasto gubernamental se disparó del 30% del PIB en 1950 al 48% actual, y los programas de bienestar cambiaron radicalmente los incentivos del pueblo alemán.
 
Las lecciones del milagro alemán fueron claras: ahora todo depende de la voluntad política para volver a encontrar el camino hacia la prosperidad y el crecimiento económico.
 
 
© AIPE
 
Robert Formaini, economista senior del Banco de la Reserva Federal de Dallas y columnista de TechCentralStation.
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