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Cambiamos Osama por Afganistán

Al islamismo se le vence en todos los frentes: el policial, el militar y el político, y tras eliminar a Ben Laden, sigue tocando eliminar a los talibanes.

Como se ha señalado estos días, así es cómo se vence al terrorismo: con determinación, con esfuerzo y con trabajo y sacrificio. Valores que han guiado la caza norteamericana de Ben Laden y sus lugartenientes durante diez años, con distintos presidentes de distintos partidos, distintos responsables de inteligencia y distintos responsables de las fuerzas de seguridad y defensa.

Pero las cosas no son tan brillantes. Osama Ben Laden no era sólo un símbolo para el yihadismo: ha llegado a serlo también para Occidente, que ha personalizado el yihadismo en él. En un Occidente en retirada, la muerte del terrorista calma las preocupaciones e invita al relax, que es el gran objetivo estratégico de, al menos, los países europeos: ver pasar el mundo desde un inmenso resort que va desde España hasta Suecia.

Ese es el peligro de hoy, porque, como hemos señalado estos días, el problema no es el perro, sino la rabia, que ha ido encontrando nuevos huéspedes desde el 11-S. Pero la muerte del líder de Al Qaeda proporciona a nuestros países esa satisfacción inmediata a la que tan aficionados somos, también en la América de Obama: el gran peligro ahora es sobredimensionar el valor de su muerte, convertir en objetivo lo que sólo es un medio, y relajar unos esfuerzos y una concentración que hoy deben ser tan intensos como antes.

Es el caso de Afganistán. En la guerra contra el terror, una victoria aliada rotunda y una eliminación total de talibanes e islamistas en ese país tiene un valor muy superior a la muerte de Ben Laden. Desde luego ambas cosas son complementarias, porque al islamismo se le vence en todos los frentes: el policial, el militar y el político, y tras eliminar a Ben Laden, sigue tocando eliminar a los talibanes.

Pero como les contábamos ayer, Obama parece haber entendido lo contrario: la muerte de Osama le permite impulsar su retirada afgana. Una retirada que incluye la negociación con los aliados de Ben Laden, y que simbólicamente será para el islamismo mucho más beneficioso que perjudicial la muerte del fundador de Al Qaeda. Estratégicamente, la recuperación, siquiera parcial, del santuario afgano será fundamental para el yihadismo.

Con gusto cambiaríamos nosotros la muerte del criminal Ben Laden por una victoria en Afganistán, la neutralización de los Hermanos Musulmanes en Egipto o el freno a Erdogán. Pero nos tememos que la impecable operación está sirviendo para personalizar los peligros en el saudí olvidándonos todo esto, como si talásemos el árbol muerto y nos fuésemos a casa sin querer ver que el bosque entero está infectado. Y es que la muerte de Obama se está convirtiendo en la excusa perfecta para ceder en la lucha.

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