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Egipto ¿qué democracia?

Nadie en el país puede sentirse ajeno a lo que está sucediendo, cuando la economía se desploma a diario, la misma seguridad ciudadana experimenta un grave retroceso y el entero futuro del país está en juego.

La primera ronda de las elecciones presidenciales que, como las dos anteriores para cada cámara, requiere segunda vuelta, vuelve a suscitar el tema, ya muy desvaído, de las expectativas democráticas en la revuelta árabe iniciada hace año y medio, un despertar ya nada primaveral y hacia un porvenir poco prometedor, pero en el que los cambios cuentan y en el que pueden haberse abierto mejores perspectivas de futuro a más largo plazo, ese que se escapa a nuestros cálculos, pero sobre el que no podemos dejar de hacer especulaciones.

Los comicios en Egipto han sido realmente competitivos y han presentado una gama bastante amplia de las opciones que verdaderamente están en juego en la sociedad, las cuales, tristemente, excluyen a los pro-demócratas occidentalizados que desencadenaron la revuelta, sólo para enterarse de su aislamiento respecto a la gran mayoría y para ver cómo los islamistas se la arrancaban de las manos con toda facilidad. Una vez más, aprendices de brujo. Los que quizás no acaban de enterarse y no abandonan el juego son muchos de los corresponsales que viajan a El Cairo por tres o cuatro días y se empeñan en la ultracorrección política de tomarse en serio los mensajes tranquilizantes de los islamistas, ignorando por completo lo que les dicen, en árabe egipcio, a sus partidarios.

Los tres candidatos mejor considerados al inicio del proceso, dos islamistas y uno procedente del derribado régimen, fueron vetados por la Comisión Electoral, por carecer de algunos de los requisitos. Justa o no, la norma fue aplicada con rigor y sin discriminación. De los que quedaron, parecían contar cinco, y de ellos pasan a la segunda vuelta dos de los menos esperanzadores, Mursi, por los Hermanos Musulmanes y Shafiq, militar mubarakiano.

Como en las rondas anteriores, la participación es baja. Sobre la mitad del censo. Ahí está el primer enigma, sólo respondido con suposiciones más o menos razonables, no con certezas verificadas. Nadie en el país puede sentirse ajeno a lo que está sucediendo, cuando la economía se desploma a diario, la misma seguridad ciudadana experimenta un grave retroceso y el entero futuro del país está en juego, incluido su histórico papel predominante en el mundo arabo-islámico, las relaciones con USA, hasta la paz con Israel. Desde luego los egipcios dan por descontado el fraude en cualquier voto, pero habría que suponer también decepción con el proceso en curso y desconfianza respecto a todas las opciones.

En todo caso los Hermanos parecen haber ganado, con el 28,4% de ese 50% del sufragio emitido, con un candidato, Mursi, que es gris hasta para ellos mismos. El bueno se lo vetó la autoridad electoral y otro anterior con posibilidades de impacto se les fue por su cuenta ante la humilde negativa de los suyos a presentar candidato propio. Que finalmente revocaran esa decisión no ha contribuido a prestigiarlos, pero ha bastado para colocar a su hombre en cabeza. El 24,6% de Shafiq, el militar, ha sorprendido. En las circunstancias, la vieja dictadura todavía tranquiliza a bastantes.

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