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Los BRICS en Afganistán

Parece que los dividendos de la inversión de Estados Unidos y la coalición en Afganistán durante los últimos diez años, tanto en dinero como en víctimas, se los van a llevar otros. Esperemos que, al menos, no dejen caer al país.

A finales de marzo de este año, los emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) adoptaron una declaración en su IV Cumbre en la que Afganistán aparecía como uno de los principales puntos: "Este país necesita tiempo, cooperación y asistencia para su desarrollo y acceso preferente a los mercados, a la inversión extranjera y una estrategia estatal en aras de la paz y la estabilidad". En la reciente cumbre de la Organización para la Cooperación de Shanghai, de la que forman parte Rusia y China más otras cuatro repúblicas de Asia Central, se dio la bienvenida a Afganistán como observador, se confirmó el compromiso de la organización con su futuro, y Pekín y Kabul hicieron público un acuerdo estratégico.

¿Por qué Afganistán? Porque Rusia, India y China se están posicionando en vísperas de la retirada de las tropas de combate de la OTAN y de Estados Unidos. Buscan influencia en la zona, incrementar sus lazos económicos, pero también asegurar sus fronteras de la expansión fundamentalista islámica. Ninguno, sin embargo, enviará efectivos para ayudar al país a desarrollar su Ejército y su Policía, como le gustaría a Washington.

Los recursos naturales, con un potencial difícil de predecir, son la excusa para poner un pie dentro. China trabaja desde 2008 en la mina de cobre de Logar, y en diciembre de 2011 se aseguró la exploración y explotación de petróleo en Amu Darya Basin, mientras que los indios explotan parte de los yacimientos de hierro de Hajigak. Pero ambos tienen los ojos puestos en la enorme actividad de reconstrucción que requerirá el país y los grandes proyectos de infraestructuras como la construcción de las vías férreas. Rusia ya está ayudando a mejorar el Paso de Salang, que une Kabul con el norte del país.

También quieren ver fuera de la región a Estados Unidos, al tiempo que temen a los talibanes y a otros grupos extremistas que puedan penetrar en la provincia china de Xinjiang o en repúblicas de Asia Central, de cuya seguridad se sienten responsables los rusos. Y en este tablero, Pakistán juega un papel fundamental. Después de años con pobres relaciones, Moscú ha retomado los lazos con Islamabad, restaurando por ejemplo la única fábrica de acero del país, mientras teme la presencia de la Jihad Islámica y del Movimiento Islámico de Uzbekistán. Pekín, por su parte, intercambia visitas oficiales al tiempo que lanza duras reprimendas contra Islamabad por no tomar cartas en el asunto de los extremistas uigures que son formados en Pakistán. China también está preocupada por un mayor fundamentalismo en Pakistán que podría reforzar a su rival regional, India. Ésta, a su vez, es uno de los mayores donantes bilaterales de Afganistán y Estados Unidos estimula un liderazgo en la región.

Parece que los dividendos de la inversión de Estados Unidos y la coalición en Afganistán durante los últimos diez años, tanto en dinero como en víctimas, se los van a llevar otros. Esperemos que, al menos, no dejen caer al país.

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