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VENEZUELA

José Antonio Páez: el Antichávez

Así, de primeras, cuando ves al Gorila Rojo salirse de madre en cuanto le mientan a José Antonio Páez, te dices: algo tendrá el tipo, si tanto le maldice. Y entonces te informas, repasas, reparas, te llevas la mano a la frente y exclamas: "¡Bueno! ¡Pero si es que es el Antichávez!".


	Así, de primeras, cuando ves al Gorila Rojo salirse de madre en cuanto le mientan a José Antonio Páez, te dices: algo tendrá el tipo, si tanto le maldice. Y entonces te informas, repasas, reparas, te llevas la mano a la frente y exclamas: "¡Bueno! ¡Pero si es que es el Antichávez!".
José Antonio Páez.

Por mucho que le joda al espadón de Barinas, José Antonio Páez (1790-1873) fue un patriota venezolano. Cómo no le va a joder, si Páez fue un valiente y él, en el 92 y en 2002, la cosa más cobarde; si Páez hizo país y él lo degenera en Cubazuela; si Páez puso orden y él engendra el caos y la violencia extrema; si Páez tuvo palabra y él, cuando no amordaza, miente y veja. Si Páez, en fin, fue un prócer y él es, maldita la gracia, el gran payaso.

José Antonio Páez, el Centauro de los Llanos, el León de Payara, el Taita, fue un tipo hecho a sí mismo que, por hacer, hasta se hizo su propia patria: Venezuela, a la que separó de la Gran Colombia en 1830. De extracción social bien humilde (único superviviente de los ocho hijos de Juan Victorio Páez y María Violante Herrera), difícilmente hubiera podido Bolívar culminar su gesta independentista sin su ayuda: puso el pecho como el primero, al frente de la Primera División del Ejército Libertador, en la célebre batalla de Carabobo (1820) y, antes, se encargó de domeñar los indómitos Llanos con sus llaneros, "hombres duros –leemos en el muy recomendable El amanecer de la libertad, de Carlos Sabino– (...), generalmente pardos [mestizos], que se resistían al dominio peninsular pero tenían actitudes que propiciaban la guerra de castas" (p. 133). Después siguió en lo mismo, en darle duro a la anarquía, en sentar las bases para la posibilidad de una Venezuela libre, independiente, viable.

Páez hizo un pacto con el republicanismo moderno capitalista, aceptó las leyes del libre cambio y la libertad de culto, eliminó los diezmos y las primicias. Todo el proyecto liberal del siglo XIX lo adelantó Páez.

Quien así habla –en El poder y el delirio de Enrique Krauze, libro de referencia– es el historiador Elías Pino Iturrieta; que tiene más cuerda:

¿Qué significa eso? Una distancia terrible frente al absolutismo y frente a Bolívar. ¿Cuándo comienza a haber república en Venezuela? Con Páez, con el señor lancero. Eso es abominable para Chávez y para cualquier persona que hoy esté con el "socialismo del siglo XXI". Páez es el monstruo y es el horror del antibolivarianismo [sic].

(Krauze, ob. cit., pp. 224-225).

Páez o el Antichávez, sí. Porque no sacó el país de Guatemala para meterlo en Guatepeor. Porque siempre que pudo abandonó la Presidencia cuando le tocaba –una vez no pudo, en el 63; pero entonces fue que le descabalgaron–. Porque no hizo de su capa un sayo ni, por lo tanto, que la República anduviera como puta por rastrojo. Porque... en fin... permítanme citar de nuevo al doctor Sabino, que me carga de razones:

José Antonio Páez dominó como principal figura de la vida política de Venezuela durante cuatro décadas y, salvo durante la Cosiata, nunca conspiró para subvertir el orden establecido. Es cierto que se alzó en armas en varias ocasiones, pero siempre para defender a los gobiernos legítimamente constituidos e imponer el regreso a la normalidad de las leyes [en 1835 se alzó contra quienes habían derrocado a José María Vargas, que había vencido en las elecciones a su propio candidato]; no gobernó con poderes absolutos, no pretendió reelegirse de por vida, y si actuó en muchas ocasiones como un auténtico caudillo militar, lo hizo porque asumió el papel de defensor del orden y las instituciones (...). (...) Páez es el ejemplo del caudillo que se convierte en estadista por su decidido apoyo a la vigencia de la legalidad y su intento de lograr la reconstrucción de su país.

El Antichávez murió en 1873, a los 82 años. En el exilio, como tantos prohombres de la América española, y con el sentido reconocimiento de propios y de extraños parejos como José Martí, otro que ha tenido que soportar lo insoportable de la canallesca castrobolivariana; para el cubano, Páez era "la primera lanza americana", el "llanero épico que con la hombría de su trato supo (...), en su destierro de 20 años en Nueva York, mantener para el hombre resignado la admiración que despertó el guerrero".

"Martí, tan utilizado por Castro como Bolívar por Chávez, reconocía a los hombres representativos por sus virtudes clásicas", escribe Krauze (p. 243). Y añade: "El régimen actual de Venezuela no exalta esas virtudes porque las desconoce. Y deshonra a la historia al convertirla en un campo de combate delirante, fastidioso, vacío".

Ah, la historia. Chávez y la historia. Y la prehistoria. "¿Cuántos años tiene la especie humana, Fransuá?".

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