Podría uno esperar que, con la fuerza que tenía la tradición en esas tierras, tuvieran sus habitantes una tendencia a recrear el pasado y un deseo de volver a él, olvidándose del presente hostil y el futuro incierto. Pues no: por mucho que se empeñaran y empeñen los Western Historians (H. H. Bancroft, J. F. Bannon, H. E. Bolton, J. E. Englekirk, L. Pitt, D. Weber, D. C. Cutter, etc.) en presentar a esos hispanounidenses como gente anquilosada, o incapaz de adaptarse a la nueva sociedad de progreso que significaban los Estados Unidos.
Este editorial busca poner en manos de la juventud el porvenir, un porvenir liberal y republicano, lo cual prueba que los intelectuales hispanounidenses del siglo XIX confiaban en las nuevas generaciones, y les pasaban el testigo. No hay nada en el texto que denote derrotismo o complacencia; más bien, al contrario, aunque se reconoce la crisis política y de valores, el autor (¿Francisco P. Ramírez?) espera que quede atrás gracias al trabajo, el empuje y la preparación de las nuevas generaciones. Era, pues, una comunidad centrada en su existencia y en la de su país, y que deseaba controlar y forjar su destino.
La arenga tiene todos los elementos del romanticismo político y humanístico. Se pide a la juventud que luche por la patria, que defienda la libertad y la civilización trabajando y participando en los asuntos públicos de la comunidad. Son consejos universales, válidos todavía hoy, y configuraron el imaginario y la praxis de numerosos hispanounidenses.
El siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, merece más atención en los estudios hispanounidenses, para que la contribución hispanounidense a la configuración de EEUU no sea vista como un episodio de un pasado ya lejano, sino como vivo precedente de la contemporaneidad.
Aquí les dejo el texto de marras:
Este editorial busca poner en manos de la juventud el porvenir, un porvenir liberal y republicano, lo cual prueba que los intelectuales hispanounidenses del siglo XIX confiaban en las nuevas generaciones, y les pasaban el testigo. No hay nada en el texto que denote derrotismo o complacencia; más bien, al contrario, aunque se reconoce la crisis política y de valores, el autor (¿Francisco P. Ramírez?) espera que quede atrás gracias al trabajo, el empuje y la preparación de las nuevas generaciones. Era, pues, una comunidad centrada en su existencia y en la de su país, y que deseaba controlar y forjar su destino.
La arenga tiene todos los elementos del romanticismo político y humanístico. Se pide a la juventud que luche por la patria, que defienda la libertad y la civilización trabajando y participando en los asuntos públicos de la comunidad. Son consejos universales, válidos todavía hoy, y configuraron el imaginario y la praxis de numerosos hispanounidenses.
El siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, merece más atención en los estudios hispanounidenses, para que la contribución hispanounidense a la configuración de EEUU no sea vista como un episodio de un pasado ya lejano, sino como vivo precedente de la contemporaneidad.
Aquí les dejo el texto de marras:
A LA JUVENTUD
Si en tiempos normales la juventud puede entregarse a las alegrías y puerilidades de la edad más ardiente e inquieta de la vida, no sucede lo mismo en esta época de crisis, en que la sociedad, que ha trepado lenta y trabajosamente por espacio de dieciocho siglos a la cumbre de la civilización, se ve amenazada de rodar precipitadamente a los profundos abismos de la barbarie; si es posible detenerla en su caída, no son los blancos cabellos ni las fuerzas debilitadas por los años y los sufrimientos quienes han de hacerlo, se necesitan el esfuerzo heroico, la pujanza, la fe y el entusiasmo que sólo la juventud es capaz de sentir.
Trabaja, estudia, piensa, discute. La humanidad que padece, la sociedad que sufre y espera, la civilización que se espanta del abismo que tiene que salvar para seguir su marcha providencial sobre la tierra, necesitan del esfuerzo de tu brazo, del encanto de tu palabra, de los milagros de tu ciencia.
Prueba que te calumnian cuando te dicen que estás moral y físicamente degenerado, y que tienes el egoísmo de la vejez, la indiferencia de la desesperación y la credulidad del cínico y del ateo. Y si, cuando llegue la hora en que la patria y la libertad, amenazadas por el elemento, aún vivo, de la Santa Alianza, necesitan el sacrificio de un Leónidas, ofrécele ciento, si él presenta una cicuta, alarguen cien Sócrates la mano para llevarla a la boca, encuentre cien Brutos cada César, y probarás que de en medio de la debilidad brota la fuerza, del seno de la muerte sale la vida, del abismo de la duda, la ignorancia y la incredulidad, brotan la ciencia, la fe y la esperanza.
¡Ay de ti, juventud, si no estás a la altura de tu destino! ¡La maldición de cien generaciones, que por tu impotencia y tu egoísmo llorarán en la miseria y en la opresión, pesará eternamente sobre tu memoria!
Para que tengas la conciencia de tu poder, mira a tu alrededor, y verás a estos partidos egoístas que se agitan con las convulsiones de la agonía buscar tu ayuda, si bien con temor por lo que antes te despreciaron. No transijas con ellos, ni por un día de triunfo o de halago vendas tu porvenir. Abandona definitivamente esas viejas banderas, teñidas en la sangre de tus padres y en la tuya propia. Los viejos partidos cumplieron su misión; la tuya empieza, y es más gloriosa y más fecunda.
Tus padres derribaron a costa de sus creencias y de su sangre y sus tesoros las bases del antiguo edificio del privilegio y de la injusticia; y si él ha seguido sosteniéndose, no lo dudes, es porque la sociedad no había producido arquitectos que levantaran el alcázar donde el reinado DEL PUEBLO PARA EL PUEBLO, de la LIBERTAD PARA LA FELICIDAD, debía tener principio. Sé tú el arquitecto. Los restos de esta vieja cárcel donde todos somos alternativamente víctimas o verdugos caerán por sí mismos.
No debe ser la cabeza encanecida la que debe arder en entusiasmo, ni el brazo cansado por la edad el que se alzará mañana en el estruendo del combate. A los jóvenes está encomendada la empresa de salvación. De las filas han de salir los héroes que se distingan en la lucha, los oradores que dominen en la tribuna, los filósofos que moralicen las costumbres, los sabios que ilustren la opinión. Ellos serán el firme apoyo de las instituciones democráticas, los defensores del principio republicano, la base, en fin, de la sociedad del porvenir.