El automovilismo es un deporte de riesgo, y los rallyes, por la proximidad del público a la carretera, son un espectáculo que puede llegar a ser peligroso si el organizador y el público no colaboran, aportando la prudencia y el sentido común al que están obligados.
Un accidente es eso, algo imprevisible y accidental, pero en un rally, en una carrera de coches, es una contingencia que debe ser prevista y esperada por los organizadores y por el público. Los primeros deben informar a los segundos de los lugares potencialmente peligrosos en los que no deben situarse en ningún caso, pero el público ha de tener una participación activa en la seguridad con su sentido común y su respeto a las instrucciones.
Yo no estaba en Carral, no sé si el público estaba avisado de la peligrosidad de su emplazamiento, pero cuando un coche de carreras pierde el control y se sale de la pista, sea por la razón que sea, se convierte en un meteorito cargado de energía que se va a llevar por delante todo lo que encuentre hasta que se pare.
A nadie se le ocurre ver un combate de boxeo dentro del Ring, pero mi experiencia personal y profesional en los rallyes me ha permitido ver demasiados casos en los que el público hace caso omiso de las instrucciones de los organizadores y se acaba colocando en zonas potencialmente muy peligrosas.
Las pocas imágenes que hemos visto de este lamentable accidente nos enseñan un coche que parece que no llega a salirse del todo de la carretera, va trompeando y marcha atrás por la zona colindante a la cuneta, tocando los árboles más próximos a la carretera, pero no parece que se aleje mucho del asfalto y se interne en el bosque, ¡y aún así hay siete fallecidos!
El gran piloto de Rallyes Salvador Serviá decía que "en automovilismo, haciéndolo todo perfecto, solo sale bien a veces". En materia de seguridad de las carreras no se pueden correr riesgos, ni bajar el listón de las medidas de seguridad, porque nunca se sabe dónde se va a producir el accidente.