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José Ignacio del Castillo

Los “sombríos efectos” de la ilegalización

Ante la histeria que está causando en el entorno terrorista y en el de sus cómplices —Izquierda Unida, PNV, los obispos vascos— la inminente ilegalización de Batasuna, me viene a la memoria una frase que incluía J. E. Hoover en la introducción de su libro Masters of Deceit (Maestros del Engaño): “Solemos calibrar la eficacia de nuestras actuaciones en función de la virulencia de los ataques que éstas reciben de nuestros enemigos”.

En el mismo libro, el que fue máximo responsable de la lucha contra las actividades comunistas en los EEUU durante casi cuatro décadas, desempeñando sus funciones como director del FBI, resumía de modo excelente por qué uno de los principales objetivos de cualquier movimiento revolucionario de naturaleza marxista-leninista era preservar el estatus legal de la mayor parte de sus actividades. Cito textualmente: “El movimiento sólo opera de forma sumergida cuando, y en la medida en que, es absolutamente necesario, prefiriendo, siempre que sea posible, operar en la legalidad (con un entramado ilegal preparado y de apoyo). Esa es la causa por la que lucha con tanto ahínco contra cualquier normativa que dificulte sus actividades. En el momento en que el partido se ve obligado a sumergirse absolutamente para sobrevivir, éste reduce enormemente su capacidad de contacto con las masas, de hacer agitación y propaganda y de reclutar nuevos miembros, a la vez que se ve obligado a gastar recursos y energías en toda clase de medidas de seguridad que no le reportan ningún avance. Todo ello hace que su eficacia decrezca enormemente”.

Decía Lenin que “Jamás en la historia se ha producido una gran revolución sin guerra civil”. Es una cita que conviene tener presente, sobre todo si se tiene en cuenta el hecho de que ETA es una organización integrada en esa nueva Internacional Comunista que es el Foro de Sao Paulo y que tiene algo más que conexiones con los servicios secretos cubanos, las FARC o el IRA. ETA-HB no oculta que su objetivo es la implantación de un estado vasco de naturaleza similar a la Cuba de Castro. La primera parte del objetivo coincide con las intenciones de Arzalluz. La segunda con los propósitos de IU. Por eso van de la mano. Por eso no es de extrañar que Llamazares cargue contra el Fiscal General del Estado cuando pide el procesamiento de Otegi. Por eso no es algo tan anormal que los obispos de una iglesia infiltrada por marxistas y por nacionalistas hablen de los “sombríos efectos” de la ilegalización. Aunque nos parezca un contrasentido, sí que hay gente que ve como un efecto sombrío el dificultar la revolución vía guerra civil. Es sólo cuestión de “entender” adecuadamente las palabras.

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