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Juan Carlos Girauta

El malentendido

Si el sumario más relevante desde la Guerra Civil se cierra en falso, la defensa, a poco eficaz que sea, lo convertirá en papel mojado. Un histórico, denso y calamitoso papel mojado.

Si el sumario del 11-M es el más relevante desde la Guerra Civil, como afirma el presidente de la Audiencia Nacional, y el auto de procesamiento será el más importante de la historia de España, ¿cómo es posible que a la hora de poner frente al funcionario responsable de los objetos de El Pozo la prueba clave, la bolsa azul, tronco de todo el árbol probatorio del sumario, aparezca otra cosa, por "similar" que sea? ¿Se dan cuenta los jueces, la policía judicial, los periodistas que ya han prejuzgado, de las colosales dimensiones de eso que Carlos Dívar ha llamado "malentendido"?

Cualquier observador sensato comprenderá que, mientras el malentendido no se aclare completamente, la única postura racional es la de Mariano Rajoy, es decir, la expresión de una reserva y de una honda preocupación. Justamente la postura que le ha valido al líder de la oposición ser tachado de loco y de defensor de los terroristas. López Garrido afirma que a los populares nunca les interesó el 11-M, con lo que el secretario del Grupo Socialista abunda en la denigración del adversario, convertido desde la toma de las sedes en enemigo: ¿A quién puede no importarle la tragedia? Sólo a unas bestias sin escrúpulos.

Afortunadamente, por encima de los insultos y de la nota de la Dirección General de la Policía (inconcebible, autoritaria, politizada, impropia de la policía de una democracia), el sistema judicial tiene su propia lógica, y esa lógica es racional. Por lenta que sea, por muchos engaños a los que se la someta, por más presiones que se le apliquen, por más obstáculos que encuentre. La maquinaria debe ofrecer, y pronto, ciertas explicaciones preliminares, sin las cuales el auto más importante de la historia de España se va a quedar en el fracaso más estrepitoso de la justicia española.

Es necesario saber si el juez Del Olmo era consciente de que la bolsa que mostraba al inspector Álvarez no era la auténtica. Como eso es poco probable, ¿quién incumplió la orden de proveer el objeto, que suponemos debidamente custodiado? ¿Existe aún la bolsa desactivada por los Tedax? ¿Se repetirá la comparecencia de Álvarez ante el juez para reconocerla? A un juez no le afectan –no deberían afectarle– las defensas corporativas tras las que pueden esconderse funcionarios corruptos, ni los halagos pegajosos de periodistas que, sin conocer el sumario, le atribuyen infalibilidad, ni el abrazo engañoso de los gobernantes.

El juez habrá de cerciorarse de la fiabilidad de las pruebas. Muy en especial de esta, de la que arranca todo el resto de actuaciones. Y si el sumario más relevante desde la Guerra Civil se cierra en falso, la defensa, a poco eficaz que sea, lo convertirá en papel mojado. Un histórico, denso y calamitoso papel mojado.

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