Por orden de un delegado del gobierno, y con el posterior aval del presidente desde su periplo fantasma, unos militantes del Partido Popular han sido moralmente linchados al hacerse públicos sus nombres en relación con falsas acusaciones de agresión. Su identificación se basa en unas fotos. Identificar en fotos o en película a manifestantes democráticos con fines de represalia política recuerda mucho a lo que se hacía en tiempos de Arias Navarro con las imágenes de los informativos de TVE cuando su responsable era el que lleva treinta años dando lecciones magistrales de democracia.
Identificados públicamente por ser militantes del PP. Detenidos por ser militantes del PP. Interrogados por ser militantes del PP. No cito sus nombres para no contribuir a la agresión que han sufrido por causa de su filiación política los que nunca agredieron a nadie. Todo lo contrario, una de las interrogadas y moralmente linchadas –que se manifestaba junto a las víctimas del terrorismo porque creía vivir en una democracia– fue golpeada por un escolta del ministro de Defensa. Otro escolta rompió el famoso mástil de la bandera produciendo lo que los intoxicadores gubernamentales llaman “una barra de hierro”.
Aprovechando que un inspector de policía se ha negado a participar en la cacería, todo podría haberse zanjado con el represivo delegado del gobierno pidiendo perdón y largándose. Y habría quedado el asunto como el abuso de un individuo deseoso de agradar a sus superiores. Pero ya no es posible. Porque ese delegado ha sido solamente una voz en el coro de Blanco y Rubalcaba. Y de la despistada Trinidad Jiménez, que ha demostrado lo mucho que le importa todo lo relacionado con las víctimas confundiendo actos y ciudades e incurriendo en un ridículo antológico. Luego ha llegado, grabada, la voz del solista, que estaba de gira: el presidente accidental.