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Los enigmas del 11M

Conexión Madrid

Se han publicado en estos días, coincidiendo con el quinto aniversario de la masacre, dos libros distintos sobre el 11-M. Uno de ellos es La cuarta trama, de José María de Pablo, del que ya hemos hablado y cuya reseña completa podéis leer aquí.

El otro es Conexión Madrid, de Justin Webster e Ignacio Orovio, en el que se narra la historia de cómo El Tunecino y El Chino llegaron a convertirse en terroristas islámicos. En realidad, el libro de Webster y Orovio es la versión en texto de un documental (The Madrid Connection) que la Cuatro ya emitió a finales de 2007, así que no aporta elementos realmente nuevos. Sin embargo, sí que resulta interesante su lectura, porque al menos lleva a cabo el intento de narrar la vida de esos dos supuestos cabecillas del 11-M.

En el caso de El Chino, se deduce de la lectura del libro que las fuentes con las que se ha construido el relato (aparte de algunos informes policiales) son la supuesta mujer de Jamal Ahmidan, Rosa; la supuesta suegra de Jamal; alguno de sus hermanos; uno de los testigos protegidos que decía conocer las andanzas de Jamal como traficante de drogas y diversos responsables policiales.

Según los autores, Jamal Ahmidan apuñaló a un chico en Marruecos en 1991, episodio por el que las autoridades marroquíes le pusieron en busca y captura, con una condena de 20 años pendiente. Como consecuencia, Jamal huyó primero a Ceuta y luego a la Península, donde entró confundiéndose entre los pasajeros de un ferry. Sus antecedentes en Marruecos y la entrada irregular en España le impedirían en el futuro regularizar su situación en nuestro país. Al ser detenido por la policía en Algeciras, Jamal dio la identidad de Ahmed Ajon y dijo que era de origen argelino.

Rosa conoce a Jamal a finales de la primavera de 1992, cuando ella tenía 15 años y llevaba dos o tres fumando heroína. Conocía ya de antes a su hermano Abdelilah Ahmidan, pero a Jamal no le había visto nunca, aunque sí había oído hablar de él. Jamal hace que Rosa se reconcilie con su madre, y la internan en un centro de desintoxicación, que pagó el marroquí.

Con 15 o 16 años, Rosa se va a vivir un año a Canarias con Jamal, donde éste robó un alijo de 30 o 40 kg de hachís que la Policía había decomisado y almacenado en el puerto de Tenerife. Entonces huyeron a la península. Era 1994 y Rosa estaba embarazada.

Dos meses después de salir de Canarias, le cae a Jamal la primera condena firme por tráfico de drogas (2 años, 4 meses y 1 día), que cumple primero en Carabanchel y luego en Valdemoro. Seguía utilizando la identidad falsa de Ahmed Ajon. Sin embargo, consiguieron convencer a las autoridades de que dejaran salir de la cárcel a Jamal para los dos últimos meses de embarazo, con un permiso especial. Estuvieron juntos hasta el nacimiento de su hijo. A los tres días del parto, Jamal tuvo que volver a la cárcel para seguir cumpliendo condena. Estuvo en prisión un total de dieciocho meses y salió en octubre de 1995.

Mientras Jamal estaba en la cárcel, en 1994, Rosa lleva a su hijo a ver a la familia de su marido en Marruecos; se habían casado "de forma no oficial" (sic) en la mezquita de la M-30. En Marruecos, su familia política le contó la historia del apuñalamiento que había forzado a Jamal a exiliarse, historia de la que el propio Jamal no había querido hablar hasta entonces.

Después de salir de la cárcel, y como ayuda para desengancharse él mismo de la heroína (porque también había empezado a consumirla), Jamal empezó a acudir a una mezquita garaje en Lavapiés, a donde también arrastró a los tres hermanos Oulad.

Asimismo, se fue a vivir con Rosa a un piso de la C/ Villalobos, "cerca de Lavapiés" (sic). En ese piso convivieron al principio, pero terminaron separándose porque ella no conseguía desengancharse de su adicción.

En 2000, Jamal es detenido e ingresado en un centro de internamiento de extranjeros, del que se fuga después de agredir a sus guardianes. Entonces decide volver a Marruecos para saldar sus cuentas con la justicia y conseguir así que le dieran la documentación que había solicitado en España. Jamal va a visitar a Rosa a la cárcel (donde la habían ingresado por tráfico de drogas y de la que saldría en 2002) para comunicarle su decisión. En julio de 2000 empezó a tramitar su residencia en España con su nombre real y volvió a Marruecos en diciembre de 2000, ingresando en la cárcel el día 12 de ese mes. Según Rosa, le detuvieron en el Sáhara, donde estuvo con unos amigos, y de allí le trasladaron a Tetuán.

En la cárcel, Jamal gozaba de un trato privilegiado, según sus cartas y conversaciones telefónicas con Rosa. Vivía en unas habitaciones en la parte vieja de la cárcel, con estanterías, sofá, ordenador y libros. Salía a comprar el pan acompañado por unos policías y siempre disponía de un teléfono móvil con el que llamar.

Es durante su estancia en la cárcel cuando se va radicalizando. Según Rosa, empezó a hablar de la situación en Irak. La propia Rosa acudía por aquellas fechas a las manifestaciones del No a la guerra. En abril de 2003, Jamal se acercó en la cárcel a un tal Ali Hidawi, miembro del movimiento Justicia y Caridad, y trabó amistad con él, lo que terminó determinando su transformación en terrorista islámico. Finalmente, Jamal logra salir de la cárcel después de gastar mucho dinero a través de un abogado marroquí.

Fue puesto en libertad en junio de 2003, un mes después de los atentados de Casablanca, y volvió a Madrid en julio, después de pasar dos semanas en la playa en Marruecos, en casa de un familiar.

Unos días después de su regreso a Madrid, Rosa y Jamal se fueron a vivir a la casa de la C/ Villalobos, donde pasaron agosto y septiembre juntos. Luego se fueron a Málaga de vacaciones con su hijo. Jamal, que quería sentar la cabeza y montar un negocio, le dijo a Rosa que buscara locales para abrir una panadería, una pastelería marroquí o un kebab, que pudieran llevar ella y su hermana. La madre de Jamal vino desde Marruecos y pasó unos días con ellos en el piso.

Pero entonces Jamal empezó a vestir siempre con chilaba. Discutió con su abogado de Madrid, porque todavía no le había arreglado los papeles. Discutió con su hermano Mustafá porque éste había puesto un bar donde se vendía alcohol. Le dijo a la suegra que quería llevar al niño a la escuela concertada de la mezquita de la M-30, pero la suegra, que era la que tenía la custodia, se negó. También tuvo una pelea con su hermano Abdelilah Ahmidan, cuya novia era de etnia gitana; por culpa de esa novia, a Abdelilah le dieron una paliza en Caño Roto y Jamal amenazó con una pistola a un gitano.

En octubre de 2003, Jamal volvió a contactar con su antiguo lugarteniente, Abdelilah El Fadual, que se había apropiado de sus negocios de droga mientras Jamal estaba en la cárcel. Ese mismo mes, dirigió una operación para introducir mil kilos de hachís desde Marruecos, pero la lancha fue interceptada y los tripulantes tiraron la mercancía al mar. Es por esos negocios de droga que la policía pinchó el teléfono de Jamal a través de un juzgado de Alcalá de Henares a finales de 2003 (sic).

También ese mismo mes de octubre, Jamal comienza a relacionarse con El Tunecino. La suegra de Jamal llegó a verles un día juntos.

El resto de la historia es conocida.

Hay un par de detalles curiosos adicionales que merece la pena comentar. Uno de ellos es la actitud de Yousef Ahmidan, uno de los hermanos de Jamal. Los autores del libro cuentan que, cuando contactaron con él, Yousef les preguntó si no creían que Jamal pudiera no estar involucrado en la masacre, tal como apuntaban diversas informaciones periodísticas. Esa pregunta se explica, según los autores del libro, porque las "teorías de la conspiración" eran una especie de clavo ardiendo al que los familiares de Jamal se agarraban para eludir sus sentimientos de culpa.

El otro aspecto curioso concierne al supuesto ingreso en la cárcel de Marruecos. Los autores cuentan que pidieron una entrevista con el Ministerio de Justicia marroquí, pero que se la negaron. Como también les negaron el permiso para realizar un rodaje o una investigación en Marruecos. A pesar de lo cual, los autores dan por buena esa historia del supuesto ingreso en la cárcel, que no cuenta con ningún tipo de respaldo documental ni ninguna confirmación oficial por parte de las autoridades marroquíes.

Ya se pueden imaginar los lectores lo que opino de esa historia de Jamal que nos cuentan en el libro. Basta con repasar los hilos de la serie Un cerebro llamado Jamal Ahmidan para detectar las incongruencias en el perfil del personaje que la versión oficial nos presenta. Pero, con independencia de lo verosímil o inverosímil del relato, resulta de agradecer que al menos tengamos, para poder contrastarla, una biografía relativamente completa de ese supuesto cabecilla del 11-M.

De ese modo sabemos qué es lo que hay que refutar. Al menos hasta la siguiente mutación de la historia.

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