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Los enigmas del 11M

El camarote autonómico de los Hermanos Marx

Editorial del programa Sin Complejos del 9/9/2012

Los Hermanos Marx son una de las referencias indiscutibles dentro de la Historia del Cine cómico. Los personajes de Harpo, Chicco y Groucho Marx y sus delirantes diálogos son difíciles de olvidar, y entre sus trece películas hay algunas auténticas obras maestras, como "Sopa de ganso" o "Una noche en la ópera". ¿Quién no recuerda, por ejemplo, esa escena de "Una noche en la ópera" en la que el camarote del barco acaba convertido en una auténtica lata de sardinas? ¿O quién no recuerda esa escena de "Los Hermanos Marx en el Oeste" en la que van quemando el tren pieza a pieza porque se les ha acabado el carbón para hacer circular la locomotora?

Sin embargo, la carrera cómica de los Hermanos Marx fue, hasta cierto punto, producto de la casualidad. Nacidos en Nueva York, eran hijos de un sastre judío de origen alsaciano al que en el barrio apodaban "el franchute". El matrimonio Marx era más pobre que las ratas y desde pequeños enseñaron música a todos los hermanos, con la idea de tratar de dedicarles al mundo de la canción.

Y así fue: los Hermanos Marx comenzaron su andadura participando en espectáculos de variedades de la mano de su tío Albert. Durante años, malvivieron cantando, tocando y bailando en multitud de escenarios de los Estados Unidos.

Una noche de 1912, los Hermanos Marx se hallaban haciendo su número en un teatrillo de un pueblo perdido de Texas, llamado Nacogdoches. De repente, en mitad de la representación, un hombre entró gritando en la sala: "¡Se ha escapado una mula!", y todos los pueblerinos salieron del teatro en tropel para disfrutar del espectáculo, que prometía ser más interesante que lo que estaban oyendo.

Al volver la gente al teatro, Groucho Marx, herido en su orgullo, comenzó a hacer chistes hirientes sobre aquellos paletos, sobre ese pueblo de mala muerte y sobre el estado de Texas. Y, para su sorpresa, en lugar de molestarse, la gente comenzó a reírse con sus ocurrencias. A partir de aquella noche, los Hermanos Marx transformaron su número de variedades en un número cómico y comenzaron su exitosa carrera, primero en los teatros y después en el cine.

O sea, que si hoy contamos con las películas de aquellos genios es, fundamentalmente, gracias a que a un habitante de Nacogdoches se le escapó un día la mula mientras los Hermanos Marx actuaban. A veces suceden cosas azarosas que desencadenan procesos de consecuencias significativas e impredecibles.

En 1980, recién instaurada la democracia, la intención del gobierno de UCD era que las denominadas nacionalidades históricas tuvieran un nivel competencial más alto, al menos de momento, que las demás autonomías. Sin embargo, socialistas y andalucistas comenzaron a presionar para que Andalucía se acogiera también a la vía autonómica marcada para las nacionalidades históricas por el art 151 de la Constitución. Y aquello desató una sucesión de hechos completamente absurda.

El Gobierno de UCD convocó un referéndum para que los electores andaluces decidieran si querían equipararse en competencias a Cataluña o al País Vasco y a continuación, en un movimiento que comenzó a cavar su fosa política, UCD pidió la abstención en ese referéndum que ella misma había convocado.

El referéndum fracasó, porque en una de las ocho provincias andaluzas - en Almería - los votos no alcanzaron la mitad del censo electoral, lo que implicaba que la propuesta de equiparar Andalucía a las nacionalidades históricas quedaba desestimada.

Sin embargo, la presión de los restantes partidos políticos andaluces fue tal, que el gobierno de UCD cedió y, a pesar del resultado del referéndum, Andalucía pasó a la vía autonómica reservada a las nacionalidades históricas. Con ello quedó inaugurada la vía del "café para todos".

Aquel hecho puntual, el fiasco del referéndum andaluz, puso en marcha un monstruo autonómico que, tres décadas después, amenaza con devorarnos a todos. Es un monstruo que se ha demostrado ingobernable, no porque la doctrina del café para todos sea mala en sí misma (de hecho, lo más justo es que todos los españoles tengan los mismos derechos), sino porque se estableció un precedente que luego ha terminado por impregnar toda la actividad política: al saltarse sin ningún pudor el resultado del referéndum, se dejaron claras dos cosas: que no importa nada lo que las leyes establezcan y que la Ley puede sustituirse a placer por las meras decisiones políticas. A partir de ahí, ¿de qué nos extrañamos cuando un presidente autonómico se niega a cumplir sentencias del Tribunal Supremo? ¿Cómo nos puede chocar que cada autonomía haga lo que le da la gana en términos económicos y políticos?

Hoy publicamos en Libertad Digital la cuarta entrega de la serie Estado SA, esta vez dedicada a analizar comparativamente las cuentas autonómicas. Los números son escandalosos y ponen de manifiesto la enorme desigualdad entre españoles y el despilfarro y el descontrol que caracterizan a los presupuestos autonómicos. En estos momentos, por ejemplo:

- Una comunidad como Navarra gasta el doble de dinero por habitante que Madrid o Valencia, mientras que el País Vasco gasta un 70% más. En contra del tópico, el presupuesto por habitante de Andalucía es un 15% inferior al de Cataluña.

- Las autonomías despilfarran cantidades astronómicas de dinero en cosas que nada tienen que ver con el mantenimiento del estado del bienestar: solo un 55% del presupuesto de las autonomías se dedica a Sanidad y Educación.

- Las diferencias en cuanto a eficiencia de gestión son abismales: Madrid, que cuenta con servicios sanitarios y educativos muy superiores a los de algunas otras comunidades es, sin embargo, la que dedica menos dinero por habitante a Educación y una de las que menos dinero por habitante dedica a Sanidad. Si todas las comunidades gestionaran la Sanidad y la Educación con la misma eficiencia que Madrid, ahorraríamos 12.000 millones de euros anuales.

- Los gastos de personal de las autonomías son de 53.000 millones de euros anuales, más que el agujero de nuestro sistema financiero.

- Hay categorías de gasto en las que el dinero se está despilfarrando de forma no sólo completamente inútil, sino incluso contraproducente: cada año se despilfarran más de 5.000 millones de euros en unas supuestas políticas activas de empleo que nunca han conseguido fomentar el empleo. De hecho, las comunidades que más gastan en estas políticas tienen mayor tasa de paro que las demás.

- Como consecuencia del descontrol, el agujero de la deuda autonómica crece de forma alarmante, haciendo inútiles todos los esfuerzos del gobierno central por equilibrar nuestras cuentas.

La política autonómica se ha convertido en un espectáculo tragicómico en el que decenas de miles de paniaguados abarrotan los camarotes de los Hermanos Marx de las administraciones, donde hay tanto colocado a dedo que ya no cabe uno más. Y España continúa circulando, desmontando la estructura del tren de la Nación para poder recorrer unos kilómetros más por una vía que no va a ninguna parte.

Y todo porque un día a un paisano se le escapó la mula de un referéndum y todas las fuerzas vivas del pueblo decidieron sustituir el imperio de la Ley por la mera voluntad política.

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