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Los enigmas del 11M

El Empecinado

Editorial del programa Sin Complejos del 25/8/2012

Juan Martín Díaz, el Empecinado, nació en 1775; tenía, por tanto, 33 años en el momento de producirse la invasión de España por parte de las tropas napoleónicas.

Hijo de un labrador acomodado, contaba con una cierta experiencia militar, por haber participado en la Guerra del Rosellón, y pronto comenzaría a levantar partidas entre sus vecinos para hacer frente a los franceses.

Fue uno de los guerrilleros más conocidos y carismáticos de la Guerra de la Independencia. Llegó a contar con varios miles de hombres, con los que sometió a duro castigo en ambas Castillas las líneas de aprovisionamiento de los franceses, que asignaron al general Hugo la tarea de capturarlo, aunque sin éxito.

Muy lejos de la imagen del guerrillero indisciplinado y tosco, el Empecinado fue un excelente militar y su guerrilla coordinaba las acciones de forma habitual con los ejércitos regulares español e inglés. Acabó la guerra con el grado de general del Ejército.

El apodo de "el Empecinado" viene de la palabra "pecina", con la que se designa el barro que se forma en los charcos o cauces donde hay materia orgánica en descomposición. Juan Martín Díaz nació en el pueblo vallisoletano de Castrillo de Duero, que por aquella época estaba cruzado por un riachuelo de aguas infectas, lleno de pecina, por lo que a todos los habitantes del pueblo se les conocía en la zona con el apodo de "empecinados". O sea, que ese apodo tenía originalmente el significado de "embarrado" o "enfangado".

Sin embargo, gracias a Juan Martín, la palabra empecinarse tiene hoy en día otro significado totalmente distinto: el de obstinarse en algún propósito. Porque si algo destaca en el carácter de Juan Martín es, precisamente, la obstinación. Fue esa obstinación la que le proporcionó sus éxitos militares durante la Guerra de la Independencia, y fue también la obstinación la que lo llevó a hacer frente a Fernando VII cuando éste restauró el absolutismo.

Desterrado en Valladolid durante cinco años largos, el Empecinado volvió a tomar las armas en 1820 tras el pronunciamiento de Riego, esta vez para combatir a los realistas. Acabado el Trienio Liberal, se refugió brevemente en Portugal, pero le capturaron al volver a España y fue ahorcado en el pueblo burgalés de Roa.

Cuentan que en cierta ocasión, durante el Trienio Liberal, el rey Fernando VII envió un emisario al Empecinado para ofrecerle un título nobiliario y una exorbitante cantidad de dinero, a cambio de pasarse al bando absolutista. La respuesta del obstinado guerrillero fue tajante: "Diga usted al Rey que si no quería la Constitución, que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos".

Ayer hemos conocido un escándalo más en el cúmulo de despropósitos en que Rajoy y su ministro de Interior han convertido las continuas cesiones al entorno proetarra. En concreto, la forense de la Audiencia Nacional emitió ayer un informe en el que señala que el etarra Bolinaga, secuestrador de Ortega Lara y asesino de tres guardias civiles, no solo no está en fase terminal, sino que - cito textualmente - "únicamente presenta leves síntomas clínicos".

Es decir, que no hay aspecto del caso donde no hayamos pillado al Gobierno en una completa irregularidad o en una flagrante mentira: trasladaron al etarra de León al País Vasco sin ningún motivo para ello, de modo que los informes médicos fueran hechos en el País Vasco; pidieron los preceptivos informes de la Junta de Tratamiento a la cárcel de Alava, en lugar de a la de León, donde el preso había estado ingresado; concedieron al etarra el tercer grado de manera fraudulenta, a pesar de no cumplir ninguna de las condiciones marcadas en la reforma legal que el propio PP realizó en el año 2003 para que los terroristas cumplieran íntegramente sus penas; mintieron a la opinión pública al decir que estaban legalmente obligados a soltar a Bolinaga... Y ahora nos enteramos, para colmo, de que está muy lejos de ser un enfermo terminal. También en eso han mentido.

Que el gobierno Zapatero estaba dirigido por un mentiroso carente del más mínimo escrúpulo, y carente también de cualquier consideración hacia la Ley y hacia las víctimas del terrorismo, ya lo sabíamos. Pero esperábamos que el gobierno de Rajoy fuera distinto. Sin embargo, Rajoy ha demostrado, en el tema de la rendición del Estado ante ETA, ser tan mentiroso y tan carente de escrúpulos como Zapatero.

Señor Rajoy, permítame decirle una cosa: usted juró guardar y hacer guardar la Constitución. Si no quería guardarla, no haberla jurado. Y si no está usted dispuesto a hacer que sea guardada, márchese en buena hora a su casa y deje el puesto a otro que tenga más palabra que usted.

Porque nosotros sí que estamos dispuestos a guardar la Constitución, y no le vamos a consentir sin más que retuerza usted la Ley y la realidad para beneficiar a los asesinos de tantos españoles.

Algunas de las víctimas de Bolinaga han anunciado ya una huelga de hambre, y el próximo 8 de septiembre, a la una de la tarde, Voces contra el Terrorismo ha convocado a los españoles a manifestarse delante de la sede del Ministerio de Interior.

Así que allí nos veremos, señor Rajoy. Porque hemos entregado demasiada sangre, hemos enterrado a demasiados muertos, como para no empecinarnos en que la Ley y la Justicia prevalezcan frente a quienes quieren destruir la Constitución, la Nación y el Estado de Derecho.

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