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Los enigmas del 11M

Perroflautas de antaño (y de hogaño)

La escuela cínica es una corriente filosófica fundada en el siglo IV a.C. por Antístenes, discípulo y amigo de Sócrates.

Antístenes eligió el nombre de cínico (que en griego significa, literalmente, "perruno") como símbolo del desprecio hacia los convencionalismos sociales, las normas y las riquezas. El hombre debe, según Antístenes, vivir exclusivamente con lo imprescindible, renunciando a todas aquellas posesiones que, en realidad, no son más que ataduras. Como los perros, debe permanecer al margen de la sociedad, persiguiendo la felicidad basada en la autosuficiencia. Como los perros, debe endurecerse, soportando los rigores que los seres humanos normales intentan evitar y ejercitando para ello su cuerpo y su mente. Como los perros, no debe sentirse constreñido por las leyes ni las costumbres, renunciando a la fama y al dinero.

De palabra y de obra, la actitud de los cínicos para con los demás se basaba, por la propia naturaleza de su filosofía, en la anaideia, que significa "provocación" o "irreverencia". Los cínicos recurrían a la ironía, la sátira y el sarcasmo para criticar el modo de vida convencional de sus conciudadanos, y es esa actitud la que ha terminado dando a la palabra cinismo el significado que hoy en día tiene.

Desde el punto de vista de los atenienses de la época, los cínicos eran percibidos como una mezcla de lo que hoy denominaríamos hippy, antisistema y gurú.

Además de Antístenes, fundador de esa corriente filosófica, entre los cínicos destacaron Crates, Hiparquía (la primera mujer filósofo de la que tenemos constancia) y sobre todo el famoso Diógenes, que vivía en un barril. Por cierto, resulta tremendamente contradictorio que hoy en día utilicemos el término "síndrome de Diógenes" para referirnos a quienes acumulan en su casa todo tipo de basura, porque Diógenes se caracterizaba precisamente por su radicalidad a la hora de renunciar a cualquier tipo de posesión material.

Diógenes se consideraba ciudadano del mundo y solía ser especialmente insolente a la hora de criticar las instituciones y de rechazar las costumbres sociales. Cuentan que en cierta ocasión invitaron a Diógenes a un banquete. Algunos asistentes, para reírse de él, le arrojaron unos huesos: "¿No es eso lo que comen los perros?", le dijeron entre grandes risotadas. "Eso es lo que comen los perros", contestó Diógenes. Y a continuación se levantó el manto y les orinó encima, al tiempo que decía: "Y así es como los perros mean".

En su búsqueda de la felicidad basada en la renuncia a las comodidades materiales, los cínicos se asemejan a la escuela estoica. Pero, a diferencia de los estoicos, su actitud no tenía nada de resignada, sino que estaban dispuestos siempre a señalar y denunciar lo que de ridículo o criticable encontraran. Los cínicos tampoco eran ermitaños, ni anacoretas: vivían dentro de la sociedad, aunque al margen de sus normas. Es por eso que, en cierto modo, se los podría considerar como los antisistema filosóficos de la época.

Por supuesto, la sociedad ateniense contemplaba a los cínicos con una mezcla de hilaridad, repulsión y temor. Con la hilaridad, repulsión y temor con que los bienpensantes contemplan en cualquier época histórica a quienes los ponen frente al espejo de sus contradicciones y rechazan algún aspecto del orden social establecido.

Y, sin embargo, ese tipo de personajes y de movimientos, dispuestos a actuar como conciencia moral de una sociedad, son tanto más necesarios cuanto mayores sean los problemas a los que la sociedad se enfrenta.

Hoy en día, asistimos a una auténtica explosión de movimientos y personajes, de todo tipo, dispuestos a ejercer la crítica ante un sistema que está demostrando sus enormes carencias en todos los países de la Unión Europea. Desde el neocínico Beppe Grillo hasta los extremismos griegos (pasando por los diversos aspirantes a movimiento ciudadano de protesta en España, los partidos pirata en el norte de Europa o los euroescépticos en Gran Bretaña), asistimos a un cuestionamiento múltiple y radical de muchos de los aspectos en que se basa el actual orden social, político y económico europeo.

Y, en lugar de despreciar sin más esas corrientes, haríamos bien en prestar oído a las críticas para tratar de detectar qué es lo que de justo pueda haber en ellas y qué es lo que está fallando en nuestro modo de vivir y organizarnos.

Decía Antístenes, fundador de la escuela cínica: "Presta atención a tus enemigos. Serán los primeros en ayudarte a descubrir tus propias debilidades". Y los actuales guardianes del sistema deberían aplicarse el cuento y corregir tantas cosas corregibles, ahora que todavía están a tiempo de reformar las cosas.

Porque a base de ignorar todas las demandas, tanto justas como injustas, a lo mejor llega un momento en que el sistema deja de poder ser reformado y tenemos que tirarlo abajo, para volverlo a levantar partiendo de cero.

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