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Los enigmas del 11M

Zaplatero y yo

ETA ha vuelto a hablar ayer, para decir que Zaplatero es pequeño, peludo y suave. Tan blando por fuera, que parece todo de algodón, que no lleva huesos. Nos recuerda ETA a todos, citando el 11-M, que todos los presidentes de gobierno españoles han caído por enfrentarse con ETA. Nos recuerda ETA a todos, para que el equívoco no quede entre nosotros, que sus exigencias siguen siendo las mismas: autodeterminación, territorialidad, ... y que no hay Constitución, ni separación de poderes, que pueda ni deba interponerse. Nos recuerda ETA a todos, por si algún primo no se había enterado aún, que volverá a matar si sus exigencias no son satisfechas. Nos recuerda ETA a todos, en fin, que el alto el fuego pactado con el Gobierno es un alto el fuego bilateral, y que el Gobierno ha asumido compromisos que la opinión pública no conoce, pero que el Gobierno debe respetar. Y finaliza el comunicado esa banda de criminales pidiendo a la opinión pública que respalde a ése que está dando "pasos valientes" para la solución del "conflicto": Zaplatero.

Su bizcochabilidad es infinita. Su achuchabilidad, enternecedora. Hasta tal punto llega la mansedumbre de Zaplatero, que la banda de asesinos se permite aconsejarnos que tratemos con cariño a ese apóstol de la paz, a ese adelantado del talante, a ese espíritu valiente que a todos nos arrastra hacia el futuro glorioso que ETA ha diseñado, un país de las maravillas en el que la sonrisa de Chapote, como la del gato de Cheshire, es lo último en desaparecer de la escena.

Pero también ayer, en las proximidades del Congreso, diversas asociaciones de víctimas se manifestaron para recordar al Presidente del Gobierno que alguna vez existió una persona llamada Miguel Angel Blanco. Que fue precisamente ese etarra sonriente y despreciable quien le pegó a sangre fría un par de tiros en la nuca a Miguel Angel. Que existen centenares de víctimas que renunciaron desde siempre a la venganza pensando, vaya ingenuidad, que se les haría justicia. Que no cuenta el Presidente con la autorización de esas víctimas, ni de la sociedad española, para negociar en su nombre.

Macarena, la hija del teniente coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos, a quien descerrajó seis tiros ese etarra cobarde cuyo teléfono apareció en poder de un islamista, le recordó al Presidente de Gobierno que en el programa electoral del PSOE anterior al 11-M se descartaba cualquier negociación con los asesinos. Y le recordó también que es de cobardes humillar a las víctimas, que sólo tienen la palabra, mientras se negocia con sus verdugos, que exhiben con descaro las pistolas.

Porque no es sólo que el Presidente haya aceptado negociar, haya incluso negociado ya, con los asesinos; es que durante estos dos años hemos visto un feroz ensañamiento con las víctimas, a quienes el Presidente del Gobierno ha tratado de dividir, de silenciar, de ningunear, de descalificar por todos los medios posibles.

Porque ese presidente algodonoso, ese borreguito de Norit en pleno salto hacia la nada, ese osito de Mimosín que se desploma arrobado sobre el blando colchón que ETA le tiende no es, en realidad, sino un siniestro monstruo bifronte: con las víctimas, bambi de acero; con la ETA, Zaplatero.

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