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Maite Nolla

Cumbre

Como pasó con las declaraciones de Cospedal en la playa sobre el espionaje, el efecto pretendido, que debería ser el de liderar algún debate, conseguir ventaja y poner en fuera de juego al contrario, ensombrece la conferencia de Rajoy.

¿Nadie le pudo decir a Arenas que se estuviera callado hasta el sábado? ¿Para qué sirven los jefes y las jefas de prensa? ¿Los dirigentes del PP se hablan entre sí? ¿Saben unos qué van a hacer y decir los otros? Todas estas interesantísimas preguntas, que seguro que ustedes se están haciendo en su casa, nacen de la última ocurrencia de Arenas que, además de ser inconcreta, es inoportuna y siete u ocho cosas más que empiezan por "in". En la época de Aznar o en los primeros cuatro años del otro Rajoy, aunque seguramente fuera una cosa más aparente que real, el PP procuraba presentarse como un partido unido y con cierto criterio uniforme. En el PP actual, por un lado está la purga de los críticos sin poder, eficacísima e implacable, y por otro, los que tienen algo de poder hacen lo que les da la gana. Recuerden el episodio veraniego de María Dolores de Cospedal que, al igual que ahora, lo único que hizo fue crear un problema morrocotudo a su partido, por no hablar de su postura respecto al agua. Y así podemos recorrer España, de Galicia a Cataluña.  

La inoportunidad de Arenas es doble o incluso más. Rajoy había conseguido que le acompañaran Rodrigo Rato, Esperanza Aguirre, el "innombrable", Soraya –bueno, en el caso de Soraya lo sorprendente sería que no le acompañase– y Cospedal. A Rajoy le iban a escuchar los empresarios y líderes en general del mundo económico español. Por fin, iba a decir algo sobre lo que se piensa en el PP sobre la reforma laboral, los convenios colectivos o las cajas de ahorro. Ha hablado hasta de Sara Carbonero; por cierto, víctima de una campaña idiota e injusta a la que se ha apuntado un tal Urbaneja. Y va Arenas y quiere ser el protagonista del día. Hace el ridículo y necesita de toda la mañana para intentar aclarar qué quiso decir y lo acaba de liar más. Es el problema de haberse acostumbrado a ponerse de perfil: que cuando hay que concretar nos liamos. Ninguna necesidad tenía de hablar de un gobierno de coalición, máxime si no sabe qué decir.

Y como pasó con las declaraciones de Cospedal en la playa sobre el espionaje, el efecto pretendido, que debería ser el de liderar algún debate, conseguir ventaja y poner en fuera de juego al contrario, ensombrece la conferencia de Rajoy, le pone en dificultades y, lo peor, De la Vega, que está para el arrastre político, se cachondea del PP después del Consejo de Ministros. Cumbre, Javier, ha estado usted cumbre.

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