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Manuel Pastor

Fin de la era WASP

Obama tiene muchos frentes abiertos y rivales políticos de la talla de Paul Ryan y Darrell Issa, lo que no le augura un segundo mandato cómodo.

Es simbólico y significativo que por primera vez en la historia de los Estados Unidos ninguno de los candidatos a presidente y vicepresidente de los dos grandes partidos fuera protestante. Ryan y Biden son católicos, Romney es mormón y Obama... probablemente agnóstico, pero como ha certificado el inefable reverendo Wright –su consejero religioso durante veinte años, hasta 2008– lo más plausible es que culturalmente sea islámico. El determinismo protestante explicativo, desde Max Weber hasta (por ejemplo) César Vidal, ha dejado de ser efectivo para entender la democracia americana.

Durante las primarias advertí en varios artículos del riesgo que suponía un candidato republicano como Mitt Romney: liberal moderado o centrista, y para el colmo con un perfil de millonario prepie y mormón (denominación no cristiana). Señalé que Romney era el candidato del establishment GOP-WASP, y corría el riesgo de ser un perdedor, como anteriormente lo habían sido los republicanos Ford, Bush Sr. (su primer triunfo en realidad fue el tercero de Reagan), Dole y McCain. Los SuperPAC, vinculados a dicho establishment, no obstante, consiguieron imponerle frente a otros candidatos más conservadores, pero siempre con cierto recelo del Tea Party, los evangélicos e incluso los católicos. Durante la campaña, y sobre todo a partir de la selección de Paul Ryan como compañero de candidatura, Romney mejoró indudablemente su imagen, pero al final no fue suficiente.

Las elecciones del pasado martes han ratificado el statu quo: prácticamente nada ha cambiado en la estructura fundamental del Gobierno federal norteamericano, en la composición del Ejecutivo y de las dos cámaras del Legislativo. Si Obama sigue siendo el presidente, la llave del Congreso, gracias al control de la Cámara de Representantes, la siguen teniendo los republicanos. Los liberal-conservadores nos podemos consolar constatando que el núcleo sólido del nuevo republicanismo sigue triunfando en las elecciones legislativas: Paul Ryan, con casi el 55% en su primer distrito de Wisconsin; Kevin McCarthy (74%) y Darrell Issa (59%) en California; Jason Chaffetz (76,4%) en Utah; Eric Cantor (58,6%) en Virginia; incluso mi admirada y polémica Michele Bachmann, con el 50,6 % en mi distrito familiar de Minnesota. Estos ejemplos significan que la alternativa republicana conservadora sigue viva. La parrilla de gobernadores y exgobernadores está bien dotada: Sarah Palin, Mitch Daniels, Rick Perry, Susana Martínez, Nikki Haley, John Kasich, Mike Pence (nuevo gobernador de Indiana)...; de momento prefiero prescindir del gordo bocazas Chris Christie. Y en el Senado siguen siendo referentes del nuevo liderazgo republicano Jim Demint (S. Carolina), Marco Rubio (Florida) y ahora también Ted Cruz (Texas).

La entente entre los Young Guns en el Congreso (Ryan, Cantor, McCarthy...) y el Tea Party (Palin, Bachmann, Demint, Rubio, Cruz...) nos inspira firme optimismo de cara al futuro. El trabajo es inmenso, pero las posibilidades son reales, porque Obama, pese a su reelección, se ha debilitado (en voto popular y en voto electoral) y solo ofrece más de los mismo.

El, en mi opinión, más importante filósofo y analista político de la segunda mitad del siglo XX, James Burnham, en 1959 publicó un libro titulado, Congress and the America Tradition, en el que críticamente anticipaba la evolución de la democracia americana hacia la "presidencia imperial" de los años sesenta y siguientes (aunque iniciada con FDR y el New Deal), y que ha continuado hasta el triunfo de Obama en 2008. La reacción de las elecciones intermedias de 2010, gracias en gran medida al Tea Party y el liderazgo de los Young Guns, ha restablecido el equilibrio en favor del Congreso, como la Constitución y la tradición habían afirmado.

Obama tiene muchos frentes abiertos (la deuda, el déficit, el desempleo, los casos Fast and Furious y Benghazi-Gate), con rivales políticos de la talla de Paul Ryan en los asuntos económicos y de Darrell Issa en los posibles asuntos susceptibles de impeachment, lo que no le augura un segundo mandato precisamente cómodo. 

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