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Pedro de Tena

La democracia española y las minas anticonstitucionales y antipersonales

Estos explosivos antidemocráticos van introduciéndose en los miles de leyes, decretos, órdenes y reglamentos que asfixian la vida civil española.

Estos explosivos antidemocráticos van introduciéndose en los miles de leyes, decretos, órdenes y reglamentos que asfixian la vida civil española.
González, junto a Zapatero y Rubalcaba | EFE

Hubo un tiempo en que se habló mucho de las minas anti-personas, minas letales terrestres que no tenían como fin principal matar a las víctimas sino herirlas de forma muy grave. Se trataba de dañar al enemigo de forma perdurable y económicamente gravosa. Al muerto se le entierra y a otra cosa. Pero al herido hay que considerarlo, intentar que sane, prestarle atención o proporcionarle una pensión vitalicia o no. Un costo. Por si fuera poco, no acaban con la guerra sino que la sostienen al permitir que continúe a pesar de los lesionados. Esto es, se mantiene el sistema pero se va alterando poco a poco y sustancialmente.

Creo que legítimamente puede establecerse una relación comparativa con lo que voy a llamar minas anticonstitucionales y antipersonales (la persona es la base de los derechos y deberes constitucionales aunque no aparezca hasta el artículo 10 por detrás, entre otros, de los partidos y las organizaciones, los grandes beneficiarios del dinero y el poder públicos). Estos explosivos antidemocráticos van introduciéndose en los miles de leyes, decretos, órdenes y reglamentos que asfixian la vida civil española. La cuestión esencial es si, dada una Constitución, los partidos pueden, desde el gobierno y mediante este tipo de minas legales aprobadas por mayorías suficientes ir modificando el sentido de la Constitución y el ejercicio de la democracia.

Es, para mí, sin duda alguna ya, el problema del socialismo español. Nunca creyó en la democracia. Antes, por marxistas. Ahora, por filocomunistas. La democracia es un régimen de organización socio-político que impide el exterminio de una parte de la población por otra debido a razones ideológicas. Esto es, la democracia es el antídoto contra la guerra civil. Pero el social-comunismo español no desea convivir con quienes discrepan, con quienes difieren, con quienes no comparten el universo de valores y creencias. Antes quisieron exterminarlos. Ahora quieren arrojarlos fuera de la vida socio-política como apestados.

Para ello, el método utilizado, desde la etapa de Felipe González, es la llamada ley de la conversión de la cantidad en calidad, ley básica del marxismo en la práctica, aunque pocos la consideran sostenible lógica y filosóficamente. Engels, que no era muy fino en cuestiones filosóficas, la enunció diciendo que "en ciertos grados del cambio cuantitativo se produce repentinamente una conversión cualitativa". Su ejemplo, bien desacreditado a estas alturas, fue el calentamiento del agua que lo explica el predicador Georges Politzer de este modo:

Hay muchos cambios continuos, pero al acumularse terminan por producir cambios bruscos. 3. La argumentación científica. Tomemos el ejemplo del agua. Partiendo de 0° y haciendo subir la temperatura del agua a 1º, 2º, 3º hasta 98°, el cambio es continuo. Pero ¿puede continuar así indefinidamente? Llegamos hasta 99°, pero a los 100º tenemos un cambio brusco: el agua se transforma en vapor.

Traduciendo a la realidad política española, un cambio total o parcial de la Constitución se alcanza al perpetrar pequeños o medianos cambios legales anticonstitucionales que pasan desapercibidos para los profanos ( y los no profanos) y que al final logran ese objetivo anticonvivencial. Así empezó la conquista de las Cajas de Ahorro en toda España que dio al PSOE, vía poder municipal, el poder sobre el 40 por ciento de los depósitos financieros de España mediante una Ley. Y ahora sigue de muchas maneras. Se trata con ello de echar de la vida pública y legal a los adversarios políticos.

Desde hace cinco años, estamos certificando cómo el propósito evidente a estas alturas de Pedro Sánchez es el de eliminar a la derecha española y su derecho a estar presente en la vida nacional. Incluso en la memoria histórica, como si la memoria y la historia fueran equivalentes. El problema no es su mala voluntad o su deseo de exterminio de media España o más. Va en los genes. El problema es la aceptación de las derechas del destino de ser eliminadas. Poco a poco, algunas o todas ellas salen heridas de las minas jurídicas, teóricamente inconstitucionales pero disfrazadas de legales, que se lanzan o disponen día tras día. Mes tras mes, año tras año.

Y nosotros aquí. Viendo el espectáculo de este matadero político nacional sin poder hacer casi nada porque las personas, individuales y desorganizadas, no podemos hacer mucho frente a las embestidas de esta nueva barbarie. Nadie nos escucha, nadie nos tiene en cuenta, nadie percibe la importancia de nuestra voz que es el futuro de nuestros votos. Alea jacta est.

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