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Pedro Salinas

Chávez: homínido con charreteras

Hugo Chávez, junto a Fidel Castro, es uno de los pocos especímenes vivos de la región que todavía cree en las revoluciones de izquierda y el mesianismo populista, pensando que a la gente se le engaña fácilmente desde el poder.

Su patética presentación en la televisión, que duró cerca de tres horas, para desautorizar al ministro del Interior peruano, Antonio Ketín Vidal, con el propósito de recuperar credibilidad ante los venezolanos, lo mostró de cuerpo entero. Si había alguna duda de que el gobierno de Chávez protegió a Vladimiro Montesinos, ésta se disipó con la alocución del mandatario llanero.

Mientras que hablaba, detrás suyo se apreciaba como parte de la escenografía un retrato de Bolívar que parecía mirarlo con pena. Su gabinete completo, que incluía asesores y adulones, festejaba con carcajadas y sonrisas sumisas todas y cada una de sus insípidas bromas. Empezando por el ministro del Interior Luis Miquilena y pasando por el ministro de Defensa José Vicente Rangel, a quien entrevisté telefónicamente en tres oportunidades, cuando era canciller, en mi programa radial Hoy por Hoy de Stereo 100. Entonces negó hasta el hartazgo y la ofuscación la presencia de Montesinos en su país, a pesar de los contundentes indicios. La última vez incluso me colgó el teléfono.

Pero ahora resulta que el gobierno de Chávez siempre supo de la presencia de Montesinos y su captura se debió gracias a una operación inteligentísima de su policía política, que el presidente venezolano trató de explicar garabateando dibujitos de círculos concéntricos tan confusos como sus pensamientos.

Si antes, como peruano, tenía vergüenza propia por tener un presidente como Fujimori, hoy día, como latinoamericano, siento vergüenza ajena al constatar que el ex dictador peruano tiene seguidores.

¿Qué respeto puede sentir alguien por un gobernante que, al filo de la medianoche, se dedica a revisar los titulares de la prensa del día siguiente para indicar qué titulares son “profesionales y objetivos” y qué periódicos no están cumpliendo con su labor informativa? ¿Cómo tolerar a un jefe de Estado que trata a su gabinete como si fuesen alumnos de una escuelita nocturna? ¿Cómo ser mesurado ante un presidente que se cartea con un asesino como “El Chacal” y, de paso, hunde la economía de su país y alimenta el odio entre su propia gente?

El desacreditado régimen chavista, haciéndose el ofendido para tratar de disimular el encubrimiento a Montesinos o su incompetencia para capturarlo, ha retirado a su embajador de Perú y ha esgrimido que existe una “conspiración internacional” para derrocarlo. Y el gobierno de Valentín Paniagua, como correspondía, ha actuado con firmeza, haciendo lo propio. Paniagua ha retirado al embajador peruano de Caracas, ha recusado las mentirosas declaraciones de Chávez y ha respaldado la eficiente labor de su ministro del Interior.

El simpatizante de Gaddafi, Hussein y fan del “Che” Guevara, quien cantó hace escasos días el himno nacional peruano en una ceremonia para niños en lugar de disculparse, se perfila día a día como una amenaza para la región. Su “revolución bolivariana”, que sólo él entiende, pretende instaurar y expandir una visión autoritaria y socialista del mundo, en tiempos en que la democracia, la globalización y el libre mercado han demostrado largamente su eficacia.

Ojalá que Chávez no genere peores escenarios catastróficos para Venezuela y su presencia no suscite mayores estropicios en el continente. La esperanza es lo último que se pierde.

©AIPE

Pedro Salinas es corresponsal de la agencia de prensa AIPE.

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