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Pedro Salinas

Toledo quiere una sola opinión, la suya

El ministro de Defensa peruano, Aurelio Loret de Mola, llamó cuervos, pirañas y gavilanes a los periodistas, y, claro, estallaron los titulares. Pero no pasó de ser un episodio anecdótico. Además, nunca quedó claro el contexto en el que se profirieron esas palabras tan cariñosas.

Sí inquieta cuando el jefe de Estado se dirige a los medios y exclama: “¡Déjenme trabajar, por Dios!”. Eso sí rebela, fastidia, molesta. ¿Podría explicar el presidente, o alguien de su séquito, quién le impide trabajar y de qué manera se obstruyen sus funciones presidenciales?

A Toledo nadie le está impidiendo dedicarse a lo suyo. Es decir, gobernar. Y menos la prensa. Si el presidente no se ocupa como debe, es por incompetencia personal, no por otra cosa, porque nosotros, cumplidos ciudadanos peruanos, pagamos su sueldo de trabajador a tiempo completo y puntualmente, con nuestros impuestos. Encima permitimos que gane una buena cantidad de plata (18 mil dólares mensuales no está nada mal, ¿no?). Ergo, no hay excusas que justifiquen el bajo rendimiento del jefe de Estado, quien, además, cada vez que se siente estresado, se escapa al espectacular balneario norteño de Punta Sal con todos sus amigos, para pescar y tomar sol. ¿Y nos quiere echar la culpa de su ineptitud e insuficiencia a nosotros, los periodistas? Se pasó de fresco y desfachatado.

Pero no es el único. Juan de la Puente, uno de los tantos allegados y cercanos al presidente (cosa curiosa, la mayoría del entorno de Toledo es gente vinculada a medios de comunicación ¡Ni Fujimori tenía un staff tan especializado!), añade en un importante medio local que la prensa está más inclinada a “denunciar hechos supuestos y no verificados, ahondar las diferencias en el oficialismo y magnificar los errores del Ejecutivo...”. Una respuesta cínica me llevaría a decir: “Querido Juan, estás describiendo el periodismo que hacías desde el diario La República, cuando eras editor de Política, en la era del fujimorismo”. Pero, vamos, el tema de fondo de esta extremada susceptibilidad palaciega es que no se quiere que la prensa incomode tanto, que critique, y se sueña con que los humoristas y caricaturistas se tomen todos al mismo tiempo unas vacaciones.

Me sorprende que con tantos años en la vida pública y con tanta gente cercana conocedora de los medios, el presidente y sus hombres de confianza no entiendan todavía que el poder de la prensa es relativo. Que sólo ejerce un rol de denuncia, de fiscalización, y no tiene, como subrayaba el desaparecido Manuel d’Ornellas, esa capacidad decisoria en la opinión pública que le achacan sus detractores, quienes creen ahora que todo lo malo que le sucede al toledismo es responsabilidad de la maldita prensa “fujimontesinista”.

Por último, y tengo que decirlo por un asunto de justicia, cuando gobernó el APRA, se pudo apreciar lo que es una prensa adversa de verdad. La de ahora frente a Toledo todavía es una prensa benévola, considerada, hasta generosa. Quizás hubo una que otra cosa media rara en la época aprista, algunas publicaciones de extraña financiación, ya no recuerdo bien. Pero, en líneas generales, el APRA respetó escrupulosamente la libertad de prensa y toleró democráticamente las implacables críticas –y sigo reconociendo, algunas abyectas– contra su gobierno aprista con una ecuanimidad pocas veces vista.

Pero Toledo no tiene siquiera la talla de Alan García. Toledo quiere que se evalúe su desempeño sin mirar los problemas, ni los exabruptos, ni las mentiras, ni las patinadas, ni las contradicciones, ni los proyectos y promesas que se quedaron en el tintero, ni los riesgos que trae la regionalización que introdujo su ex premier Roberto Dañino (¡sin que nadie la pidiera!). Y quisiera, por lo demás, que los periodistas utilicemos determinados adjetivos, como que su gobierno ha introducido una clara política nacional de inclusión, de tolerancia, de consecuencia, de innovación, de sensibilidad política y humana, que ha modificado los viejos esquemas de hacer gobierno.

Así no es, presidente. Así es únicamente en los sueños onanistas de su incondicional corte, donde los destinos del país son regidos por los apus y los incas reciclados.

Espero que la próxima vez que Toledo aborde el tema de la relación de los medios con el poder anuncie el final de la persecución judicial a Alvaro Vargas Llosa. Ese sería un gran gesto concreto de tolerancia democrática y de respeto irrestricto a la libertad de opinar.

Pedro Salinas es corresponsal de la agencia AIPE en Lima

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