Menú
Pío Moa

A vueltas con el diálogo

La palabra diálogo suena bien, pero en ocasiones, y según como se plantee el diálogo, puede equivaler a colaborar con el crimen. Naturalmente, el vacuo pero malintencionado Rodríguez Zapatero emplea la palabra a troche y moche, en la escuela de Alfonso Guerra. En la práctica, el PSOE usa dos tipos de “diálogo”: con el Gobierno, que persigue al terrorismo con creciente eficacia, muestra áspera intransigencia y le hace mil críticas, a menudo sin base y que podría hacerse a sí mismo con mucho mayor fundamento. En cambio, hacia el PNV multiplica las expresiones comprensivas, y hasta zalameras, le promete una futura luna de miel, y culpa a Aznar de acosar y “echar a la cuneta” a tan democráticos nacionalistas. Como el PNV, a su vez, está empeñado en un diálogo no menos suave y comprensivo con los asesinos, el sentido de toda esa estrategia está claro. El PSOE no sabe cómo hacer para diluir el Pacto Antiterrorista que en un momento de debilidad suscribió.

Pero el terrorismo debe ser rechazado incluso cuando se presenta como defensor de reinvindicaciones justificadas. Así, por ejemplo, es indudable que la población católica en Irlanda del Norte, o la palestina en los territorios ocupados, está oprimida en mayor o menor grado, pero el terrorismo no puede ser aceptado como interlocutor ni como salida a esa situación. Pues bien, ni siquiera en eso hay correspondencia con las Vascongadas, donde el terror no es practicado por los demócratas como una respuesta indeseable a la opresión que sufren, sino por los opresores nacionalistas, que combinan el asesinato con formas mafiosas de ejercer el poder. Si la opresión no ha llegado ya a tiranía abierta, es porque el estado central todavía lo impide.

El terrorismo provoca en España un dilema muy serio: o es vencido en el terreno policial y de la propaganda, o es reconocido, implícitamente, como un método válido de hacer política, lo cual llevaría al abismo al estado de derecho, y a la disgregación del país. El único diálogo admisible sólo puede referirse a la disolución de la banda sin la menor contraprestación política que legitimara de alguna manera a los héroes del tiro en la nuca y a los antidemócratas. Pero no es éste el diálogo en que piensan el PNV o CiU, ambos en extremo comprensivos y dialogantes con aquellos héroes. Mediante un proceso de crecientes concesiones a los violentos, vienen a decir, se podría acabar con el terror. Callan que ese “acabamiento” supone reforzar la opresión y la violencia contra las víctimas del nacionalismo, y que el final sería el “acabamiento” de la nación española. La colaboración del PSOE en tales “diálogos” sólo extrañará a quienes creyeron aquello de los “cien años de honradez”, es decir, a quienes ignoran su historia, y por su parte los terroristas perciben esas ofertas como síntoma de derrota moral, preludio de la derrota política de los demócratas.

Algunos grupos terroristas, como ETA poli-mili, se disolvieron voluntariamente, pero sólo cuando vieron con claridad que jamás lograrían sus objetivos. Ofrecer a los criminales diálogo y negociación significa convencerles de que sus métodos dan frutos: los que desean también los dialogantes recogenueces.

En España

    0
    comentarios