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Presente y pasado

Evolución del imperio en el siglo XVIII

El Imperio español en América siguió expandiéndose y se fundaron nuevas ciudades. Con la entrega de Luisiana por Francia, más de la mitad de la actual Usa estaba bajo el poder –al menos nominal– de España. Ante noticias de avances rusos desde Alaska e ingleses desde Canadá, Madrid fomentó las exploraciones y fundaciones por la costa norteamericana del Pacífico. El mallorquín Juan José Pérez llegó a la isla de Nutka, al lado de Vancouver, y otra expedición alcanzó las Aleutianas, confirmando la expansiva presencia rusa. Los contactos entre España y Rusia siempre habían sido muy escasos, y curiosamente se producían ahora al otro lado del mundo, con amenaza de choque. En 1789 el sevillano Esteban José Martínez se estableció en Nutka, apresó algunos barcos británicos que trataban de establecerse allí, y poco después se construyó un fuerte guarnecido por una compañía de voluntarios catalanes; pero Madrid ordenaría abandonar el puesto en 1795, ante su excesiva lejanía y dificultad de defensa.

También se realizaron numerosas exploraciones científicas por América y el Pacífico, las más destacadas las de Antonio de Ulloa y Jorge Juan, y la de Alejandro Malaspina. Este, marino italiano al servicio de España, que participó en acciones navales en el norte de África y contra los británicos, hizo varios largos viajes a las Filipinas,y en especial dirigió en 1789 una expedición científico-política por las posesiones españolas y el Pacífico, en emulación de los viajes del inglés James Cook en los años 60 y 70, o del francés La Pérouse en los 80. Su propósito era hacer observaciones astronómicas y estudiar la geología, ríos, botánica y zoología de aquellos territorios, así como su situación política. La expedición, con expertos en diversas ciencias naturales, pintor, dibujante y cronista, exploró desde el sur de Argentina y Chile hasta Alaska, buscando un paso por el norte entre el Atlántico y el Pacífico, siguió hacia Filipinas, islas de la Sonda y sur de Nueva Zelanda, cartografiando zonas desconocidas, y desde Australia volvió a España por el sur de América. Su labor cartográfica y científica no desdice de la de sus predecesores ingleses y franceses, y no menos interés tienen sus observaciones políticas.

Aspecto relevante de la colonización española fueron las "reducciones" en varias zonas de América, con las que los misioneros ensayaban una especie de utopía semicolectivista y sin los vicios de los blancos. Varias de estas misiones fueron destruidas en Paraguay por los bandeirantes portugueses que desde mediados del siglo XVII salían de Sao Paulo para cazar y esclavizar indios. A fin de proteger a sus comunidades, los jesuitas organizaron eficaces milicias indígenas y experiencias sociales llamativas, de las que quedan ruinas impresionantes en las selvas de Paraguay, Argentina y Brasil. Los naturales fueron instruidos en diversos oficios y artes, pintura, tallado de la piedra, con mucha atención a la música, etc., construyeron verdaderas ciudades y alcanzaron una notable prosperidad, experiencia que llamó la atención en Europa. Voltaire, con su habitual desenvoltura, tildaría las reducciones de esclavistas cuando, entre otras cosas, libraban a los indígenas de las razzias esclavizadoras. En realidad consistían en una tutela benévola, en cierto modo la experiencia más acabada del despotismo ilustrado. La comunidad reproducía algo del orden de los monasterios, con horarios y trabajo reglamentados, propiedad mayoritariamente colectiva (casas, huertos y bienes particulares privados). La tradición india de obediencia a los caciques facilitaba aquel tipo de sociedad que, a su modo, fue un gran éxito. Los misioneros no llegaba al centenar, pero gobernaban a unos 150.000 indígenas, y durante el siglo y medio que duraron no hubo rebeliones ni disturbios, y casi ningún indio volvió a la selva, pese a sus costumbres nómadas. Estos logros despertaban recelo y envidia en diversos medios coloniales, y finalmente los jesuitas fueron expulsados. Entonces quedó de relieve el talón de Aquiles del ensayo: no se había consolidado una sociedad autónoma, y en poco tiempo la mayoría de los indios se dispersó y volvió a sus antiguos hábitos, mientras otros eran perseguidos o esclavizados o emigraban para vivir de sus destrezas artesanas. Y las tierras eran ocupadas por latifundistas o caían en el abandono.

Otras experiencias notables fueron las dirigidas por el franciscano mallorquín Junípero Serra, que en 1743 daba clases en la Universidad Luliana de Mallorca, y en 1749 salió para Nueva España (Méjico) con veinte cofrades. Estuvo nueve años en Querétaro, dedicado a predicar a los indígenas y a enseñarles labores agrícolas, hilado y tejido. Tras la expulsión de los jesuitas, varios franciscanos fueron enviados a sustituirles en el peligroso territorio de los apaches, tribu guerrera refractaria a la civilización que atacaba tanto a los españoles como a otras tribus. Junípero marchó a aquellas tierras de California en 1768, y en quince años fundó nueve misiones a partir de la de San Diego. La táctica consistía en establecerse, atraerse a los indígenas que se les acercaban por curiosidad, y enseñarles doctrina cristiana junto con técnicas agrícolas, ganaderas, de construcción, y a las mujeres textiles y culinarias. De las misiones de Junípero y de otras, saldrían varias de las ciudades más importantes de California, como Los Ángeles o San Francisco. Junípero fue beatificado en el siglo XX, pero algunos grupos progresistas se han opuesto a su canonización alegando que explotaba y castigaba físicamente a los indígenas, cosas no muy probables tratándose de apaches.

A lo largo del siglo, el Imperio español se transformó considerablemente. De hecho, se fue convirtiendo en un verdadero imperio desde su original concepción como Monarquía hispánica. Como quedó indicado, esta se diseñó sobre la base de una igualdad, como súbditos de la corona, de los naturales y los españoles, la garantía a los primeros de vastas extensiones de tierra, los "resguardos", donde podían vivir según sus tradiciones, con una economía colectivista, y una sostenida labor evangelizadora. La corona ejercía vigilancia, más o menos eficaz, pero real, contra los abusos económicos y físicos de los colonizadores. Tal concepto difería del ilustrado propio de los imperios inglés, holandés y francés, de escaso esfuerzo cristianizador, en los que primaba absolutamente el interés económico, sin idea de derechos a los colonizados. Sus colonias eran administradas por grandes compañías que recibían el monopolio sobre el comercio y la producción, a cambio de sustanciosas aportaciones a la corona.

Durante el siglo XVIII este mismo diseño se fue incorporando a España, presionada por Francia, mientras los economistas ilustrados se planteaban por qué España se lucraba tan poco de su imperio, cuando Francia obtenía tan pingües ganancias solo con sus plantaciones antillanas. Felipe V concedió el monopolio de la trata de negros a la Compañía Real Francesa de Guinea, que redondeaba su ganancia comprando con ella productos americanos para venderlos en Europa.Esta y otras iniciativas francesas para hacerse con el control del comercio americano encontraron una resistencia pasiva y boicot de los comerciantes y autoridades españolas. A consecuencia del tratado de Utrecht, el monopolio de los esclavos pasó a la Compañía Inglesa del Mar del Sur. Al mismo tiempo se extendían las plantaciones especializadas en determinados productos, por lo que la demanda de esclavos experimentó un fuerte auge: durante el siglo XVIII fueron trasladadas en tal condición, de África a América, en torno al doble de personas que en los dos siglos anteriores juntos.

En este nuevo imperialismo, las Leyes de Indias y los resguardos estorbaban a la monarquía y los colonos, pues restringían la mano de obra e imponían jornadas cortas, salarios relativamente altos y otras condiciones poco rentables de inmediato. Así, la corona fue cambiando discretamente la vieja política: vendió a bajo precio las tierras de realengo, donde vivía bastantes gente, que fue desalojada, con lo que se extendieron los latifundios; y los resguardos fueron poco a poco reducidos. La anterior situación de mano de obra escasa cambió a otra de población flotante sin recursos y forzada a trabajar en casi cualquier condición, y compuesta de indios y también de criollos y españoles pobres. Los afectados enviaron cartas de protesta a la corte, pero esta prefería ahora a los plantadores y grandes compañías, y no respondió a las quejas. También se intentaba mantener el monopolio comercial español, cada vez más difícil porque el país, pese al aumento de su producción manufacturera, no podía atender las demandas del mercado americano, lo que irritaba a la oligarquía criolla y estimulaba el contrabando.

Ulloa y Jorge Juan expusieron en sus Noticias Secretas de América, de 1748, abusos generalizados, la pésima situación de los indios despojados de tierras, la baja moralidad del clero, la enemistad entre criollos y europeos. El descontento se expresó entonces en las primeras revueltas de importancia, criollas e indias, desde la conquista. Una de las grandes empresas, la Compañía Guipuzcoana de Venezuela, destacó por su eficacia comercial y en la represión del contrabando holandés, y en acciones contra los ingleses, pero despertó la ojeriza de los líderes criollos, que la acusaban de actuar despóticamente como un estado dentro del estado, y de rebajar los precios del cacao. La compañía tenía el monopolio comercial con Venezuela, y los criollos se sentían postergados, reducidos a auxiliares o constreñidos a condiciones leoninas en el intercambio. En 1749 estalló una sublevación contra ella en Caracas, dirigida por Juan Francisco de León, que fue embaucada por la autoridad virreinal y luego aplastada militarmente en 1752.

Más graves fueron las revueltas ocurridas en Perú y Bolivia. Según observadores como Humboldt, los indios mostraban sólida lealtad a la corona española, su defensora tradicional frente a la avidez de europeos y criollos, pero esa lealtad sufría con la nueva política. En 1780, el mestizo José Gabriel Condorcanqui tomó el nombre de Tupac Amaru II y se proclamó "Don José I, por la gracia de Dios Inca del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y Continente, de los Mares del Sur, Duque de la Superlativa, Señor de los Césares y Amazonas, con Dominios en el Gran Paititi, Comisionado y Distribuidor de la Piedad Divina por el Erario sin par...", y arrastró a miles de indios. Simultáneamente buscó atraerse a los criollos afirmando que había sido comisionado por el rey Carlos III para acabar con las injusticias y mal gobierno, y les proponía "vivir como hermanos y destruir a los europeos" mediante "guerra viva y sangre y fuego", declarándose también "Virrey de Lima". Los rebeldes ejecutaron públicamente a un corregidor y "se revolcaron literalmente en la sangre de españoles", resume Madariaga en su libro sobre el Imperio español. Otro alzamiento en Bolivia al mando del aimara Tupac Catarí, que se proclamó también inca y virrey, y prohibió usar el castellano bajo pena de muerte, estuvo cerca de tomar La Paz y cometió atrocidades semejantes a las de Tupac Amaru. Antes de dos años estas rebeliones quedaron vencidas, y sus dirigentes ejecutados con la misma crueldad espeluznante usada en Europa.

Hacia mediados de siglo, los habitantes de la América hispana estarían entre los 10 y los 13 millones, y a finales, entre 13 y 16, cifras siempre muy estimativas. Salvo en las Antillas y costa venezolana, los indios predominaban, escasamente europeizados salvo por la religión, y a veces no civilizados. Solían vivir en una "república" aparte, socavada como hemos visto en el siglo XVIII; los mestizos de blancos e indios eran también muy abundantes y se movían más bien en el ámbito de la sociedad blanca, en posición inferior. Los negros tenían presencia sobre todo en el área del Caribe, con un número considerable de mulatos. Los criollos ("españoles de América"), de origen europeo nacidos en las Indias, a veces de muchas generaciones atrás, predominaban en la mayoría de las ciudades y en algunas regiones: a lo largo de los siglos XVI y XVII habrían llegado al continente entre 300.000 y 700.000 (las estimaciones difieren mucho) y acaso hasta 600.000 durante el XVIII. Con la natural procreación –mestiza en parte– debían de formar una masa considerable. Junto a ellos estaban los españoles llegados recientemente, cuyas relaciones con los criollos eran solían ser poco afectuosas.

La capa superior criolla había formado una oligarquía o patriciado culto y muy rico, que llevaba una vida lujosa a la europea, envidiada por muchos europeos visitantes, y acogía las ideas de la Ilustración, en especial las procedentes de Francia. Esa oligarquía miraba con resentimiento a los españoles recientes que ostentaban los principales cargos políticos, inquina que extendían a los demás. No aspiraban a la separación, sí a mayor autonomía y a ser tratados como los españoles de la metrópoli, cosa difícil al tomar cuerpo la nueva concepción colonial.

La sociedad hispanoamericana perdía estabilidad, y en Madrid se especulaba sobre el modo de afrontar el porvenir. El conde de Aranda, por ejemplo, propuso que la corona retuviese a Cuba, Puerto Rico y alguna zona suramericana como base comercial, distribuyendo el resto en tres reinos con monarcas de la casa de Borbón española. El rey de España quedaría como "emperador". Malaspina, en un informe secreto, propuso una división similar en el continente y Filipinas, formando una confederación con España, cuyo lazo fundamental sería el comercio; solución poco realista cuando España solo abastecía a las Indias de un 10% de los artículos manufacturados. El informe le valió el recelo de Godoy y un proceso. La política adoptada sería una progresiva apertura del comercio desde 1765, eliminando la exclusividad de Sevilla a favor de ocho puertos más, y después doce, hasta admitir a otros países en algo aproximado al libre comercio, lo cual tuvo efectos desiguales.

En cualquier caso, la evolución general, las influencias ilustradas –particularmente de Rousseau– y la rivalidad con Inglaterra auguraban un futuro muy distinto del pasado.

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**** El caso de Nerea Alzola: http://www.espana-liberal.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1431:con-nerea-alzola&catid=2:general&Itemid=10

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