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Ramón Villota Coullaut

¿Hay solución posible?

El fenómeno de las drogas es, y me temo que lo será en el futuro, uno de los principales problemas de nuestras sociedades con ramificaciones de carácter sanitario, sociológico y penal. El concepto de drogadicto considerado como enfermo, que requiere de una ayuda específica para desintoxicarse, es algo que casi nadie discute. Pero desde ahí surgen diversas ópticas: para unos, principalmente desde Europa, el consumo de drogas –incluso las drogas duras en España– no debe ser delito; mientras que para otros, principalmente desde Estados Unidos, el consumo de drogas ha de estar sancionado conforme a la ley penal.

Si bien no hay acuerdo sobre cuál de las dos soluciones es mejor, lo que parece más claro es que la lucha contra la droga, a pesar de los diferentes éxitos policiales que han surgido en las últimas fechas, tanto en España como fuera de nuestro país, no parece que haga disminuir de una forma apreciable el número de drogadictos existentes, ni a uno ni a otro lado del Atlántico.

España fue pionera en el campo de sancionar el tráfico pero no el consumo de drogas (de especial riesgo para la salud, según las denomina el Código Penal), incluso las duras, y la regulación del Código Penal anterior sobre esta cuestión, que el Código de 1995 sigue en líneas generales, mantiene esta idea. Recientemente, Portugal ha seguido los pasos de nuestro país y Bélgica parece que va a ser más flexible en la regulación del consumo de drogas. Por el contrario, en Holanda se alzan voces contra la excesiva permisividad existente respecto a las drogas blandas, porque en este país se permite su comercialización sin restricciones.

Aquí es en donde se ven, en mayor medida, las diferentes ópticas (europea y estadounidense) para resolver un problema sobre el que se han probado multitud de soluciones, pero que sigue creciendo y creando otros problemas añadidos, como el de los elevados índices de delincuencia provenientes del consumo de las drogas o la difícil reinserción social de estos delincuentes-consumidores, quienes no saben o no pueden salir de esa espiral tan dramática. Pese a que en España y en otros países de Europa el consumo no es delito, lo cierto es que la falta de un mercado legalizado para los consumidores presenta el problema de que se acercan a la marginalidad para obtener las dosis que necesitan para su consumo. Y de ahí es difícil salir.

Así, tanto la idea de sancionar como la de no sancionar el consumo no parece que hayan tenido mucho éxito, aunque ello tampoco quiere decir que la solución pudiera estar en legalizar el mercado de la drogas blandas (el cannabis y sus derivados), o incluir en esa legalización a las drogas duras (la heroína y la cocaína), puesto que ello puede significar tan sólo un cambio que cree más problemas de los que pretende resolver.

El único ejemplo que podemos ver es el ya mencionado de Holanda, donde hay libertad para comerciar con drogas blandas, pero los datos estadísticos nos dicen que el consumo de dichas drogas se ha incrementado, mientras que el consumo de drogas duras se ha estancado sin disminuir. Sin embargo, este caso presenta diversos puntos oscuros debido que se ha probado sobre un territorio rodeado de países en donde es delito incluso la tenencia de drogas, sin entrar en que, debido al tiempo trascurrido, desconocemos si en un futuro no se dará el tan temido paso a las drogas duras. Y esto, teniendo en cuenta que el consumo de drogas duras no ha disminuido sino que simplemente se ha estancado.

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