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Roberto Blum

De la exclusión a la inclusión

Si usamos los criterios de siempre, no entenderemos lo que el presidente Fox está haciendo hoy; 70 años de priísmo dejaron una huella casi imborrable en los mexicanos. Tres generaciones vivieron bajo un sistema autoritario que -hábilmente disfrazado de democracia social y nacionalista- fue casi la "dictadura perfecta". El 2 de julio pasado eso cambió.

Durante los últimos 30 años, el sistema político mexicano pasó de ser un mecanismo corporatista eficaz, jerárquico y autoritario, pero que sin duda repartía beneficios a casi todos los mexicanos, a ser un sistema político ineficiente, cerrado y cleptócrata que excluía a la mayor parte de los habitantes. Pocos jóvenes nacidos después de los años 60 pudieron integrarse con éxito a un país dominado por políticos enfermos de poder o tontos e incapaces. Los mejores entre ellos han tenido que emigrar.

Uno de cada tres mexicanos trabaja en la informalidad. Probablemente uno de cada dos vive -al menos parte de su vida- en la informalidad. Esto significa que México ha sido en los últimos 30 años un país excluyente. Un país en donde quienes gobiernan no han querido darle ningún tipo de oportunidades a la mitad de sus compatriotas. El egoísmo de la clase política gobernante, y sus adláteres académicos e intelectuales, ha sido tal que ha preferido encerrarse de por vida en sus jaulas de oro -colonias exclusivas fuertemente protegidas, saliendo a la ciudad siempre en automóviles blindados- antes que permitir que los demás pudieran obtener los beneficios del mediocre crecimiento que ellos con su mediocridad tecnocrática y falta de imaginación apenas permitían. Y así la rebelión ciudadana llegó. A punta de votos, el PRI fue echado del gobierno; 17 millones votamos por Vicente Fox, 24 millones en contra del PRI y su mediocre candidato.

Pero, ¿cómo juzgar las acciones y las reformas del nuevo gobierno? Con Marcos y el Ejército Zapatista, casi todo mundo se equivocó. Muchos "intelectuales orgánicos" -estos de derecha- criticaron a Fox por haber cedido todo ante los zapatistas, "guerrilleros de Internet", sin entender la robusta estrategia que dirigía las acciones del gobierno. Los mismos panistas nunca entendieron el juego del presidente. Y, sin embargo, ahora todos tienen que reconocer que Vicente Fox logró en poco más de 100 días lo que Zedillo no logró en seis largos años de pésimo gobierno. El diálogo está de nuevo abierto y el problema indígena podrá resolverse sin que haya perdedores. Todos habremos ganado.

En el caso de la reforma fiscal, hoy en el centro del debate público, también hay que observar primero con gran cuidado cuál es el propósito que la inspira y cuál es la estrategia que la enmarca. Fox no hace nada sólo porque sí. Sus acciones están siempre enmarcadas dentro de una estrategia de mediano o largo alcance. El es antes que nada un brillante estratega. Su visión de país, un México próspero e integrado, dirige toda su conducta pública. Así, la reforma que ahora se propone no es simplemente para aumentar los impuestos y recaudar más recursos para el erario.

Así como no puede excluirse a 10 millones de indígenas, ni tampoco a los 1.500 miembros en activo del Ejército Zapatista, tampoco el gobierno está dispuesto a seguir excluyendo del desarrollo a los 60 millones de pobres que no se beneficiaron para nada de los quiméricos logros del priísmo durante tantos años gobernante. Incluirlos en los beneficios del desarrollo nacional significa: 1) Convertirlos en ciudadanos de hecho, con derechos y también con obligaciones, es decir, individuos que pagando impuestos sean también los dueños del Estado Mexicano. 2) Impulsar el crecimiento acelerado y sostenido de la economía mexicana, lo que sólo será posible cuando las finanzas públicas se saneen. Zedillo dejó unas finanzas gubernamentales mentirosamente saneadas, que ahora habrá que sanear de verdad. 3) Sacar al gobierno de la competencia por el crédito existente. Sin la competencia diaria del gobierno por un crédito limitado, los productores podrán acceder a esos recursos financieros a tasas más bajas y así elevarán su productividad para beneficio de todos los mexicanos. Sólo siendo más productivos todos, podremos conquistar el futuro.

© AIPE

El mexicano Roberto Blum es presidente del CILACE.

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