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Serafín Fanjul

La cultura y la izquierda

La Biblioteca Nacional –una de las cuatro o cinco mejores del mundo– a la izquierda le importa una higa y puestos a recortar burocracias y burócratas se comienza por ella, no por los mil y un entuertos en que el lector estará pensando.

"La cultura es de izquierdas" viene a constituir el axioma miles de veces repetido y cuyas consecuencias son tan graves que la misma derecha lo ha aceptado en su fuero interno, lo ha interiorizado, que dicen los cursis. Por supuesto, no es el momento de discutir si Velázquez era "de derechas" y Goya "de izquierdas"; o, si aplicamos la misma plantilla reduccionista y boba a otros personajes, en rigurosas dicotomías duales (Quevedo vs. Cervantes, el autor de Mío Cid vs. Arcipreste de Hita, etc.), una discusión buena para ejercitar el ingenio y la imaginación o, incluso, para pasar una sobremesa. Pero no entraremos ahora a semejante trapo.

Aquí y ahora, la autotitulada izquierda ha copado el imaginario político, las instituciones y... los presupuestos, también en el terreno cultural. Ya no hablan mucho de los terratenientes y caciques que condenan al pueblo a la ignorancia para dominarlo mejor, por la sencilla razón de que en no pocos lugares de la España rural los caciques son ellos (Andalucía, Extremadura, La Mancha), pero sí continúan blasonando de propietarios en exclusiva del pensamiento, la sensibilidad artística y la capacidad de crear, ya se trate de ficciones o de nuevas elaboraciones a partir de datos investigados. Y un largo etcétera.

Pero en los últimos días hemos sido testigos de dos ejemplos palmarios de lo que, en realidad, importa la cultura de base a la izquierda, sin trinques a corto plazo ni protagonismos sabrosos para intercambiar cromos con los políticos, léase prebendas, subvenciones y demás socaliñas. Estos progres, detentadores del BOE , aunque se llenen la boca diciendo lo contrario, están en las antípodas de Antonio Machado, Miguel Hernández o el mismo Manuel Azaña, por consiguiente no tienen el menor empacho en empezar los recortes en la Administración despojando a la Biblioteca Nacional de su carácter de Dirección General, con las correlativas rebajas económicas y provocando la dimisión de su directora, Milagros del Corral, pese a haberle ofrecido un trato económico "especial" para ella. Ya se sabe: cree el ladrón..., pero han dado con una profesional honrada que para nada necesita someterse a los negocios de un Rodríguez o una González Sinde, buena repartidora de subvenciones a los amiguetes del cine. La Biblioteca Nacional –una de las cuatro o cinco mejores del mundo– a la izquierda le importa una higa y puestos a recortar burocracias y burócratas se comienza por ella, no por los mil y un entuertos en que el lector estará pensando.

Y no menor ha sido la exhibición de inquietudes culturales demostrada por Ángel Gabilondo –dizque ministro de Educación– al excluir, de forma expresa en el pacto que supuestamente ofrecían al PP (¡aleluya, el PP no ha picado!), la enseñanza del español y en español de forma obligatoria para todos los niños y jóvenes que, hoy por hoy, son oficialmente españoles. Algo prodigioso: que los nacionales de un país estudien en la lengua oficial del mismo. Demasiado arroz para tan poco pollo o, dicho de otro modo, el izquierdista sobrevenido Gabilondo, no está dispuesto a jugarse el sillón para que Rodríguez, su dedo nutricio, reconsidere con sus aliados separatistas (sobre todo catalanes) la política lingüística de España que –oigan, ya aburre decirlo– es sencillamente demencial. Lo dicho: la izquierda, propietaria por derecho de la vida y de la muerte cultural española.

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