Menú
Susana Moneo

La otra delincuencia

Dinero fácil y rápido, jóvenes y ambiciosos empresarios ávidos de exitosos y fulgurantes negocios, apresuradas iniciativas que se visten de “Armani” y conducen caros descapotables, necesidad de tocar la gloria, su gloria, urgencia de levantar admiración, tocar poder. Es un estilo empresarial, agresivo y encantador, imaginativo y perspicaz, pero superficial y aparente, sin recato en el ego y carente de escrúpulos. Únanle a eso falta de rigor y carencia de metodología, por la necesidad de hacer dinero cuanto antes, y tendrán el nuevo modelo de empresario que suspende pagos, acude a la regulación de empleo o incluso cierra, eso sí, habiendo disfrutado de todas las subvenciones posibles. Tienen una extraordinaria habilidad para “olfatear” el “negocio” pero ninguna capacidad para consolidarlo. Son los flamantes “sabuesos” de nuestra clase empresarial de diseño, creados al calor de la bonanza económica y con enorme provecho del aumento de gasto de los españoles.

Hacen y deshacen a sus anchas, se lucran bordeando la ley, buceando en sus lagunas, gozando de ellas, cuando no transgrediéndola. El mayor escándalo fue Gescartera, pero desde entonces y hasta ahora muchos casos, aunque de menor envergadura, han salpicado diversos sectores. El último es el lance de Opening, la ciber-academia de Inglés cuyo imaginativo creador, merced, cuando menos, a su ignorancia financiera, ha hecho desaparecer 30 millones de euros en cuatro años. Y eso que ideó otro negocio para intentar tapar ese agujero, las academias de informática “Aidea” por las que cobró sustanciosas cantidades por franquicias.

Vio un negocio fácil en el creciente sector de las academias de inglés, un negocio en alza, y se sumó a la moda de cobrar por adelantado, con la financiación de los cursos a través de entidades de crédito. Convenció a los patriarcas de CEAC e inició una rápida y descontrolada expansión. A la saturación del mercado, se sumó su inutilidad manifiesta (no vamos a ser malpensados) su imprevisión y sus escandalosos derroches. De toda esta historia y de otras similares, los perjudicados por unos delitos que, rara vez son castigados, son los trabajadores y consumidores. Los “sabuesos” suelen salir con bien. Sus estratagemas les dan resultado. Los afectados se pierden en un laberinto de demandas e incluso, a su vez, son demandados.

Pasaron ya los tiempos de la simpatía por los ladrones de guante blanco. Si la Ley no los castiga, desenmascarémosles y sometámosles a juicio público. Es lo único que nos queda.

En Opinión