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EDITORIAL

Una oportunidad para desenmascarar a Zapatero

Lo que confiamos, aun a costa de malas experiencias pasadas, es que el líder del PP utilice esta cita en Moncloa en su favor y no como invitado de piedra de los intereses estratégicos y propagandísticos del Gobierno.

No podía acabar el año sin que Rodríguez Zapatero cumpliera con esa mascarada del "talante" y del "diálogo" invitando al líder del principal partido de la oposición a un encuentro, que se producirá el próximo viernes en Moncloa. El presidente del Gobierno del 14-M no sólo pretende con la entrevista con Rajoy "la foto" de rigor acorde a su vacuo, pero propagandístico, compromiso de mantener, al menos, un encuentro cada semestre con el líder de la oposición. Tratará, también y sobre todo, de neutralizar con ella al dirigente popular en unos momentos especialmente complicados para el gobierno, en los que la resistencia civil –empezando por las víctimas del terrorismo y siguiendo por lo que queda del Estado de Derecho– están haciendo muy difícil a Zapatero satisfacer las explosivas esperanzas que su Gobierno hizo recobrar a ETA a cambio de una prenegociada tregua.

No vamos a reprochar a Rajoy –todo lo contrario– que acuda a esa cita en Moncloa, a la que tan presto se ha dispuesto a asistir pese a reconocer que ha tenido el primer conocimiento de su convocatoria a través de los medios de comunicación. Lo que confiamos, aun a costa de malas experiencias pasadas, es que el líder del PP la utilice en su favor y no como mero invitado de piedra de los intereses estratégicos y propagandísticos del Gobierno. De hecho, Rajoy bien puede aprovechar en rueda de prensa el gran seguimiento que, previsiblemente, va a tener el encuentro para encontrar eco periodístico del que tan escaso anda, no sólo por el evidente "invierno mediático" que padece su partido, sino también por el errado "perfil bajo" que, fuera de sede parlamentaria, mantiene en ocasiones su principal dirigente.

Evidentemente, Rajoy no puede rebajar su oposición a la más mínima colaboración gubernamental con ETA en las comprometidas exigencias soberanistas y de impunidad en las que, de forma tan nítida y clara, la organización terrorista, desde el primer momento, ha hecho recaer la continuidad de ese chantajista "alto el fuego" que el gobierno maquilla como "proceso de paz". Pero tampoco una hipotética y precipitada ruptura entre el Gobierno del 14-M y ETA debería traducirse en un "pasar página" de la infamia de la que este Ejecutivo ya se ha hecho responsable al comprometerse con ETA, antes del alto el fuego, a que "todo cabría, tenga el alcance que tenga". Ya dijimos en su día que Zapatero, con tal de buscar un anestésico temporal para su alianza con los nacionalistas y su comprometida "superación" del marco jurídico-político del País Vasco, estaba haciendo recobrar a ETA unas explosivas esperanzas, "de esas que estallan si no se sacian".

Aunque todo dependa –claro está– de la concreción y del atrevimiento de las preguntas que le haga a Zapatero, Rajoy, en este como en tantos otros temas, puede dar buena cuenta de las respuestas que ha obtenido, y que los ciudadanos se hagan una buena idea de la esencia que este presidente del Gobierno encubre con tanta mascarada.

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