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Carlos Semprún Maura

Sueños y realidad

. No, lo malo es el Partido Socialista, que avanza como el ciego de Buñuel, sin programa, pero con líos de faldas, sin más ambiciones que las personales, sin más horizonte que sus ombligos. Un desastre.

Comenzaré haciendo mi autocrítica, como decían los bolcheviques, o una confesión pública, como es costumbre en el Ejército de Salvación. Reconozco haber metido la pata en mi labor de observador de la política francesa. Como todos, después de las presidenciales y la primera vuelta de las legislativas di por seguro un triunfo arrollador de la UMP en la Asamblea Nacional. Esta opinión se basaba en los buenos resultados de Nicolas Sarkozy, bastante increíbles en un país como Francia, tan conservador y apocado. Pero yo, que creía conocer este país, no tuve para nada en cuenta ese pánico al cambio que, sin embargo conocía y había comentado mil veces.

El hecho de que todos los sondeos, los editoriales, los políticos y hasta el propio Partido Socialista dieran por segura una derrota aplastante de la izquierda en la segunda vuelta de las legislativas, confirmando los resultados de la primera (110 diputados elegidos y 109 para la UMP) no justifica mi ceguera, esperemos que momentánea. Contra viento y marea, hubiera debido tener en cuenta la mentalidad carca de los franceses. Francia no es un país fácil de reformar, porque aunque son muchos los que están descontentos de su situación, todos temen que cualquier cambio les lleve a peor.

Lo he dicho, y esto lo repito, la campaña del PS, PCF, los Verdes fue peor que pésima, nula. Sin proyectos ni ideas, se limitaron a insultar a Sarkozy pero, por lo visto, un par de consignas han bastado para cambiar las cosas y dar un frenazo a la marcha triunfal de la UMP: el PS ha ganado 40 diputados, los mismos que ha perdido el partido de la derecha, aunque esto no impide que conserve la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Las consignas fueron groseras, pero eficaces: la democracia está en peligro, dijeron, si la UMP lo copa absolutamente todo, teniendo en cuenta la vocación autoritaria del "facha" de Sarkozy; tiene que haber una oposición fuerte, si no será una catástrofe; las boberías del Gobierno en torno a la "IVA social" permitieron al PS afirmar que estaba claro que la mayoría iba a "disminuir los impuestos de los ricos, y aumentar el de los pobres". Pero, sobre todo, lo que funcionó fue el temor al cambio.

Por otra parte, los electores de izquierda votaron más en la segunda vuelta, aunque hubo mucha abstención en las dos: un 40%. No hay por qué asustarse por este resultado, existe una mayoría y una oposición y nada tiene eso, en principio, de negativo. No, lo malo es el Partido Socialista, que avanza como el ciego de Buñuel, sin programa, pero con líos de faldas, sin más ambiciones que las personales, sin más horizonte que sus ombligos. Un desastre.

En el nuevo gobierno, Jean-Pierre Borloo sustituirá al desdichado Alain Juppé, en el Ministerio de las burbujas ecológicas, creado únicamente para pararle los pies a la izquierda; Christine Lagarde sustituirá a Borloo en Economía y Finanzas y el bobo de Michel Barnier la sustituirá en Agricultura. Se han nombrado varios secretarios de Estado, de los que nada sé, pero procuraré informarme. Salvo en el caso de la escogida para Ciudad, que se ha nombrado a lo mejor, la presidente de Ni putes, ni Soumises, asociación de muchachas creada para luchar contra el machismo islámico en los suburbios. Châpeau, Sarko!

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