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Serafín Fanjul

Colofón del orfeón (inevitable)

Han destilado un sobresaliente aguachirle, asexuado, anodino, átono y abobado, útil para cualquier reclamo publicitario par difundir por toda la faz de la tierra.

Estaba cantado, aunque ignoro si se cantará mucho: al fin, la montaña parió su ratón. Tras una larga y laboriosa gestación, seis hombres malos –más bien malísimos– y en realidad cuatro varones y dos mujeres: ¿Por qué este desequilibrio en las cuotas? Han alumbrado el churro que esperábamos como letra de la Marcha Real. No somos profetas ni blasonamos de tal, más bien el comentario surge aburrido, previsible, muy cansado de que la vida pública en nuestro país sea tan roma, tan conocida, tan inevitable en sus resultados. Desde que hace medio año un personaje de nombre Alejandro Blanco, presidente de no sé qué mandanga deportiva, instó a la composición de unos versos para que los futbolistas tengan algo que llevarse a la boca mientras suenan los compases del mal denominado Himno Nacional, sabíamos lo que iba a suceder y a tal efecto propongo al amable lector que –si tiene tiempo y ganas– relea mi artículo de Libertad Digital aparecido el 7 de junio de 2007 bajo el título "El himno de Jeriñac". En puridad, no debería agregar ni una coma más, si acaso el titular habitual de las ejecuciones de pena de muerte: Sentencia cumplida.

Se nos hace irrelevante si los seis próceres de nuestra cultura y sociedad eran representativos o no, o si los nombró el PSOE a dedo por muñidores y hombres de paja interpuestos; o si la genial elección se debe a directrices políticamente correctas –¡Y ojo con salirse de ellas, compañeros!– o se les ocurrió a ellos solitos. Lo importante es el producto de sus desvelos. Ya del exhorto y planteamiento iniciales de don Alejandro se columbraba lo que vendría, de forma desvergonzada, por consiguiente los seis gaznápiros han cumplimentado a la perfección lo que se esperaba de ellos, buenos chicos como son, agradecidos por lo que cayera en tiempos o a la mira de lo que caiga. Han destilado un sobresaliente aguachirle, asexuado, anodino, átono y abobado, útil para cualquier reclamo publicitario par difundir por toda la faz de la tierra, en naciones de blancos o negros, de hispanos o esquimales, de budistas o moros. Y es que cada vez que el PSOE elige un "comité de sabios" ya sabemos el final, contra el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, para regenerar TVE o, ahora, para malgestar y peorparir un himno, que de patriótico no tiene nada.

Se cumplió nuestro peor vaticinio: "Habrá de ser una letra que hable de un país ‘abierto, con gran diversidad y nada de política’ (...) una memez digna de Ana Belén". Y en efecto, junto a la exaltación de la diversidad ("pueblos en libertad", no pueblo español; "con distinta voz", que quede claro: aquí se va a seguir erradicando el español), vulgaridades como los verdes valles, el inmenso mar (¿El de Alborán o el de los Sargazos?), el cielo azul...(¡Qué poetazo es el tío!) Y que no falten las alusiones a la "democracia" y la "paz", en cuatro birriosas estrofitas, con sus fallos prosódicos y en el número de sílabas que nos incitan a añorar a Berceo: –Vuelve, Berceo, vuelve y enseña a estos obedientes cantamañanas aquello de "a sílabas cuntadas, ca es grand maestría".

Están frescos si piensan apaciguar y sumar a los separatistas con semejante bajada de pantalones. Y mucho más si pretenden que lo aprendamos ¡y cantemos! Y acabo como en junio: "Un himno no se improvisa ni se inventa artificialmente y si la España actual es incapaz de generar un himno heroico porque ella misma no lo es, sugiero que, al menos, sea digno y, si no, quedémonos como estamos, tarareando el chunta-chunta, porque veo muy difícil enardecerme y vibrar de entusiasmo o dolor por las mismas cosas que Moratinos".

Conmigo que no cuenten, por más que disguste a Llamazares y a la inolvidable Dixie la Anglicana –que tan buenos ratos nos hizo pasar– bien que por motivos muy distintos de los míos. Y que alguien lo cobre bien.

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