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Agapito Maestre

Ortega y Europa

Pero si España cae, no lo duden, Europa también caerá. Más tarde, seguro, pero caerá. La crisis de España no está al margen de la crisis de Europa. La agonía de una y otra están vinculadas.

Hoy no puedo dejar de hablar de Ortega y Europa. El calendario determina mi columna. Escribo para celebrar una feliz coincidencia. El 9 de mayo se celebra el Día de Europa y la onomástica de Ortega. Hace 125 años, el 9 de mayo de de 1883, nació Ortega y Gasset, el más grande filósofo liberal del siglo XX de España y Europa. Liberal, sí, liberal, aunque recibiese con esperanzas, primero, a un ciudadano de hierro en los años veinte, y posteriormente a una república totalitaria, capaces de solucionar la cuestión nacional de España. Reconoció esos errores y, sobre todo, los rectificó a lo largo de toda su obra y vida políticas.

Sin embargo, sus enemigos y adversarios nunca lo perdonaron, o peor, los totalitarios de todos los signos le hicieron pagar muy caro sus debilidades, sus rectificaciones, su pensamiento liberal, tanto que, seguramente, le costó la vida. Ortega, en efecto, murió de asco ante el triunfo del hombre resentido. El hombre-masa. La depresión pudo con él. Si Ortega pudiera levantarse de su tumba y contemplar el triste espectáculo de su patria en almoneda, con 17 ridículas taifas enfrentadas unas con otras, y con los nacionalistas y terroristas riéndose de quienes aún creen en algo llamado España, seguramente, se volvería a escape al panteón arrepintiéndose de haber salido.

Su diagnóstico sobre la muerte de la nación española, el fin de un Estado-nacional que viene desde los Reyes Católicos, tiene más actualidad y universalidad que en su época. Sin embargo, nadie espere hallar un político, un intelectual o un medio de comunicación que mire limpiamente, con dignidad, la obra del hombre que diagnosticó con precisión el mal por antonomasia de la modernidad: la rebelión del hombre-masa contra el ciudadano-nacional, la rebelión del hombre-barriga contra las virtudes del sacrificio, el trabajo y la excelencia del hombre-libre. El hombre-masa contra el hombre responsable. La vida-costumbre contra la vida como es debida. El súbdito contra el ciudadano de una nación. El hombre-masa, la basura política e "intelectual", dominan España. En la muestra de esa tragedia reside la novedad, la vigencia, del pensamiento de Ortega y Gasset.

¿Y Europa? Podríamos hallar hoy en Europa una alternativa al hombre-masa. ¿Tiene Europa categorías suficientes para enfrentarnos a la tribu que mata la nación? ¿Existe la posibilidad de que Europa nos salve de un Rodríguez Zapatero abanderado de los nacionalismos vasco y catalán? ¿Hay mediaciones europeas para superar los tribalismos a los que los socialistas y nacionalistas –¿cuánto tiempo tardarán los populares en incorporarse plenamente a este proceso?– han reducido la "nación" española? No me hago muchas ilusiones. Por lo tanto, no encuentro demasiados argumentos para responder afirmativamente. Dudo de la capacidad actual de Europa para frenar la muerte de la nación española. Entre otras razones, porque ha entrado en crisis la historia de Europa, según nos enseñara Ortega, como la historia de la germinación, desarrollo y plenitud de las naciones occidentales.

Ciertamente, en las dos últimas décadas, la Unión Europea no sólo ha mirado para otro lado ante algunos fenómenos nacionalistas, sino que ha alimentado a los más estrechos y crueles, por ejemplo, piensen en el proceder de Europa en general, y cada una de sus naciones en particular, respecto a las guerras de los Balcanes. Este ejemplo, sin duda alguna, cruel, pero uno más entre cientos, además de poner en cuestión la viabilidad de unos genuinos Estados Unidos de Europa, muestra que las estructuras políticas europeas actúan como superestructuras ideológicas para ocultar los graves problemas que traen aparejados los viejos y nuevos "nacionalismos" en el seno Europa, entre los que ocupan un lugar importante los nacionalismos vasco y catalán.

Y, sin embargo, Europa es nuestra solución. Sí, a pesar de que en estos momentos la Unión Europea sea incapaz de detener ningún proceso de desintegración nacional, España se salvará en Europa o no será, y viceversa. Julián Marías y María Zambrano han visto con perspicacia que su maestro Ortega tenía razón en 1910 y, seguramente, la tendría hoy cuando dijo: "Se vio desde el primer momento que España era el problema y Europa la solución", o sea, es menester incorporar a España al nivel europeo, justamente para enriquecer a Europa con su versión española; por eso insistía Ortega: "Queremos la interpretación española del mundo."

Pero si España cae, no lo duden, Europa también caerá. Más tarde, seguro, pero caerá. La crisis de España no está al margen de la crisis de Europa. La agonía de una y otra están vinculadas. "¡Europa! Señor, que no se nos pierda." Esa invocación de Ortega fue también el grito agónico de la última pensadora de España: "Europa no ha muerto, Europa no puede morir del todo; agoniza. Porque Europa es tal vez lo único –en la Historia– que no puede morir del todo; lo único que puede resucitar. Y este principio de su resurrección será el mismo que el de su vida y el de su transitoria muerte." Esperemos que sea así, señora Zambrano, por el bien de todos. En todo caso, la espera será tan agónica como la solución.

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