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Carlos Semprún Maura

Socialfascismo

el capitalismo, condenado a muerte en 1929, ha triunfado sobre los nacionalsocialismos y nacionalcomunismos y triunfará, con mucha más facilidad, sobre la crisis actual.

En mi última carta se me quedó una buena noticia en el tintero: el pasado sábado 4 tuvo lugar en París una manifestación contra las eólicas, por considerar que son feas, estropean el paisaje, emiten ruidos desagradables, producen poca electricidad, y además, son carísimas. Todo ello es cierto y espero que continúen las manifestaciones contra esos monstruosos "molinos de viento".

Pero la prensa, empeñada en mantener el pánico ante la crisis financiera, apenas aludió a esta manifestación. Alexandre Adler, tituló su columna de Le Figaro de ese mismo sábado "Social fascisme". En ella también hablaba de la crisis, pero desde una perspectiva histórica y política. Recuerda la importancia que tuvo la crisis financiera y económica de 1929 en la ascensión de Hitler al poder en 1933. Es bien cierto que esa crisis, infinitamente más grave que la actual, hizo creer a millones de personas y a ciertos intelectuales ilustres, que era el sistema capitalista en su conjunto el que estaba en quiebra y se tornaron con simpatía y hasta admiración hacia los regímenes autoritarios o totalitarios; el fascismo en Italia, el comunismo en Rusia y los nazis en Alemania. Recordemos que la de los nazis fue una conquista (casi) pacífica, mediante elecciones y que, como bien es sabido, sólo después de tomar el control suprimieron las elecciones así como las demás libertades democráticas que existían con la República de Weimar.

Adler considera que la crisis actual también puede favorecer los extremismos. Tratándose de Francia, sin embargo, no ve peligro real en el Frente Nacional, que está por los suelos, sino en la extrema izquierda y concretamente en Olivier Besancenot y su Nuevo Partido Anticapitalista, a quien dedica unos párrafos feroces, pero certeros. Es cierto que hay algo que recuerda los años negros del nazismo y es el antisemitismo que se extiende en los sectores de la extrema izquierda francesa, pero yo no pienso que pueda realmente compararse la situación en Francia de hoy con la de Alemania de los años treinta. Esta reflexión ya se hizo en 2002, cuando Le Pen eliminó a Lionel Jospin en la primera vuelta de las presidenciales.

Entonces, muchos en Francia y en España denunciaron el "peligro fascista" e insultaron a quienes no creíamos que hubiese peligro. Hubo grotescas manifestaciones de chavales con gritos de ¡No pasarán! y hoy todos ven a un envejecido y arruinado Le Pen, cuyo futuro es el asilo mucho más que el Elíseo. Lo que resulta absolutamente increíble es que aún hoy prácticamente nadie entiende, o quiere entender, que en 2002 se votó mucho más contra Jospin que a favor de Le Pen. Y ello debido a la inseguridad ciudadana, a la inmigración excesiva o a las 35 horas. Hoy el Partido Socialista, incapaz de analizar su pasado reciente, vuelve a sus andanzas y a sus viejas recetas. Pero el capitalismo, condenado a muerte en 1929, ha triunfado sobre los nacionalsocialismos y nacionalcomunismos y triunfará, con mucha más facilidad, sobre la crisis actual.

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