La edición de enero de 2007 ha sido la última del Premio Ebro Puleva de periodismo económico para jóvenes. Queremos agradecer a todos los concursantes su participación durante todos estos años.
Hoy día nadie duda de la creciente relevancia del turismo como motor de desarrollo económico y social de los pueblos. Aparentemente, las horas bajas del turismo internacional van disipándose a pesar del terrorismo, la criminalidad, los virus o el cambio climático. De hecho, surge una muy buena oportunidad para ir a lugares en los que hace diez años el viajero no hubiera pensado, como un país del continente africano o China. Así pues, en un mundo cada vez más globalizado en el que las fronteras nacionales se diluyen, este sector constituye sin duda un poderoso instrumento de integración de países y personas. Este es el caso de China y España.
China no sólo ha tenido protagonismo en las últimas décadas en los flujos de comercio e inversión, sino también en el ámbito del turismo. Una visita al palacio de Potala en la altiplanicie tibetana, un acercamiento a los osos Panda en la provincia de Sichuan o un crucero por la imponente presa de las tres gargantas son sólo algunas de las infinitas opciones a la hora de elegir China como destino turístico. Según los datos de la OMT, la zona de Asia y el Pacífico ha sido una de las regiones más dinámicas en cuanto al turismo receptor se refiere. El número de turistas que visitan la zona ha incrementado su cuota como destino turístico mundial. Las previsiones de la OMT apuntan a que crecerá a un ritmo anual constante del 7,8%, hasta situar su cuota mundial en el turismo receptor en el 25,4% en 2020 (más de 400 millones de turistas). De esa manera, China podría situarse no sólo como primer destino de la zona de Asia y Pacífico y uno de los tres principales destinos mundiales, sino el primero en pocos años. El Gobierno chino, consciente de la importancia del desarrollo del sector, ha elaborado su propia estrategia dentro del marco del 11º Plan Quinquenal de Desarrollo (2006-10), concretándose en importantes inversiones en infraestructura turística así como de transporte.
Por otra parte, España es el segundo país-destino del turismo en el mundo, sólo después de Francia. Su muy desarrollada "industria sin chimeneas" absorbe cada año millones de divisas, puesto que cuenta con abundantes recursos turísticos y reliquias históricas y culturales extraordinarias. Este sector aporta más del 11% del PIB y acapara cerca del 12% del empleo, con alrededor de 1.700.000 afiliados a la Seguridad Social en el propio sector y en sectores conexos.
Es aquí donde surge la necesidad de cooperación. Mientras que China ha experimentado un veloz crecimiento como destino turístico en los últimos años, aún tiene mucho por hacer. Necesita aprender de España y otros países turísticamente desarrollados, tanto en la capacitación del personal como en la administración y el diseño de proyectos de viaje. España puede aportar más a los países en desarrollo en materia de organización o formación, con participación de entidades públicas y privadas, así como en el ámbito rural y el ecoturismo. Ambas partes se han propuesto trabajar en este sentido mediante la firma de acuerdos bilaterales de espectro multidisciplinar, con el objeto de incrementar la promoción e imagen de ambos países.
Esta colaboración internacional, claro está, beneficiará a todos los agentes implicados: China obtiene know-how turístico y España abre sus puertas a un gran mercado. Sin embargo, el orgullo patrio que sentimos al comprobar en el etiquetado de esta ayuda que, al menos por una vez, China puede ser made in Spain, puede cegarnos. Aún cuando las posibilidades de negocio que se abren ante nuestros pies sean inmensas, no es óbice para olvidar que, antes que nosotros, otros países europeos ya entraron en el mercado chino, con más apoyo gubernamental, más ambición y ante todo, más paciencia. Por el contrario, España presenta una débil imagen-país en China que ha de ser modificada hasta ofrecer la de un país avanzado, un socio comercial fiable y un productor de bienes y servicios de la calidad intermedia que demanda el gigante asiático. En este marco, este año 2007 se realiza el Año de España en China[1], con el que se pretende dar a conocer una España libre de los tópicos típicos y, por ende, se logre un incremento del volumen de turistas procedentes de China.
Esta cooperación ha de realizarse dentro de un plan estratégico a largo plazo, meditado, que beneficie a China y no perjudique a España. Apliquemos, entonces, a nuestras relaciones internacionales aquello que ha impregnado la filosofía oriental, el arte de la guerra: Venzamos al enemigo en el mercado globalizado sin necesidad de pelear, utilizando la persuasión; conozcámoslo y, mediante el descubrimiento de sus debilidades, entendamos cuáles son las nuestras para reforzarlas antes de que sea tarde; Actuemos con paciencia, pues sólo el perseverante consigue los frutos deseados.
En definitiva, completemos el adagio: China made in Spain, made in China.
[1] En este momento se está elaborando la estrategia 2005-2008, donde quedarán establecidas las líneas de cooperación en el país.
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