L D (EFE) Ganador del torneo de Doha en su primera intervención en el calendario ATP de este año, Federer se presenta en la edición centenaria del Abierto de Australia imbatido en sus últimas 14 finales, tres de ellas del Grand Slam (Australia, Wimbledon y Abierto de EEUU), con once títulos ganados en 2004 y, además, con un nuevo entrenador, el australiano Tony Roche, lo que en teoría debería servir aún mas para mantener su enorme efectividad.
En cuanto a la Armada, la cita llega plagada de incógnitas. El hombre en mejor forma es Carlos Moyá, quinto cabeza de serie, que llega a Melbourne tras su reciente victoria en el torneo de Madras (India). Le acompañan como cabezas de serie Robredo (13), Feliciano López (24) y Ferrero (31). Para el valenciano su regreso significa un intento por recuperar todo lo que perdió el año pasado cuando partía como tercer preclasificado. Su comparecencia en las Antípodas revive los recuerdos de la semifinal que, maltrecho por una lesión muscular, disputó el pasado año contra Federer y todo el horrible calvario que sufrió después, con más lesiones, una varicela y un descenso en su moral y calidad de juego que no pudo superar. Ahora todo comienza de nuevo para Ferrero, quien tiene una oportunidad de oro para iniciar esta campaña con "sangre nueva", como él mismo ha señalado durante el final del 2004.
Para Moyá es el comienzo también de una nueva experiencia en su búsqueda de un nuevo título del Grand Slam. El mallorquín ha dejado a un lado este año la Copa Davis, sabedor de que a sus 29 años le quedan ya pocas oportunidades para triunfar en un grande y quiere poner todo su empeño en ello, y en Australia tiene una de sus grandes esperanzas, pues tanto el clima como el entorno que rodean el torneo son de su gusto. Además, la vieja lucha por conquistar el único grande que se resiste al tenis español reaparece, pues ninguno se ha coronado campeón individual de este Grand Slam, aunque no han faltado ocasiones, como las de Carlos Moyá en 1997 y Conchita Martínez al siguiente, las últimas.
Si el tenis inglés tiene su asignatura pendiente en Wimbledon, el australiano lo tiene en Melbourne, donde sus raquetas no ganan el título individual desde que Mark Edmoson lo hiciera en 1976, siendo Pat Cash, en 1988, el último que participó en una final. Este año, además, Lleyton Hewitt afrontará este reto en solitario, pues el cañonero Mark Phillippoussis no participará debido a una lesión en un abductor. Esta angustia australiana por ganar en Melbourne ha sido quizás la razón por la que Hewitt ha suplicado a los organizadores que las pistas del primer grande del año sean aún más rápidas. El de Adelaida, que no ha pasado de la cuarta ronda en siete intentos, se ha salido con la suya y al parecer la superficie de rebound ace se adecuará este año mucho mejor a su juego.
En cuanto a la Armada, la cita llega plagada de incógnitas. El hombre en mejor forma es Carlos Moyá, quinto cabeza de serie, que llega a Melbourne tras su reciente victoria en el torneo de Madras (India). Le acompañan como cabezas de serie Robredo (13), Feliciano López (24) y Ferrero (31). Para el valenciano su regreso significa un intento por recuperar todo lo que perdió el año pasado cuando partía como tercer preclasificado. Su comparecencia en las Antípodas revive los recuerdos de la semifinal que, maltrecho por una lesión muscular, disputó el pasado año contra Federer y todo el horrible calvario que sufrió después, con más lesiones, una varicela y un descenso en su moral y calidad de juego que no pudo superar. Ahora todo comienza de nuevo para Ferrero, quien tiene una oportunidad de oro para iniciar esta campaña con "sangre nueva", como él mismo ha señalado durante el final del 2004.
Para Moyá es el comienzo también de una nueva experiencia en su búsqueda de un nuevo título del Grand Slam. El mallorquín ha dejado a un lado este año la Copa Davis, sabedor de que a sus 29 años le quedan ya pocas oportunidades para triunfar en un grande y quiere poner todo su empeño en ello, y en Australia tiene una de sus grandes esperanzas, pues tanto el clima como el entorno que rodean el torneo son de su gusto. Además, la vieja lucha por conquistar el único grande que se resiste al tenis español reaparece, pues ninguno se ha coronado campeón individual de este Grand Slam, aunque no han faltado ocasiones, como las de Carlos Moyá en 1997 y Conchita Martínez al siguiente, las últimas.
Si el tenis inglés tiene su asignatura pendiente en Wimbledon, el australiano lo tiene en Melbourne, donde sus raquetas no ganan el título individual desde que Mark Edmoson lo hiciera en 1976, siendo Pat Cash, en 1988, el último que participó en una final. Este año, además, Lleyton Hewitt afrontará este reto en solitario, pues el cañonero Mark Phillippoussis no participará debido a una lesión en un abductor. Esta angustia australiana por ganar en Melbourne ha sido quizás la razón por la que Hewitt ha suplicado a los organizadores que las pistas del primer grande del año sean aún más rápidas. El de Adelaida, que no ha pasado de la cuarta ronda en siete intentos, se ha salido con la suya y al parecer la superficie de rebound ace se adecuará este año mucho mejor a su juego.
Henin y Clijsters, ausentes
El primer Grand Slam del 2005 no podrá contar con las dos finalistas de la pasada edición, las belgas Justine Henin-Hardenne y Kim Clijsters, y es la estadounidense Lindsay Davenport, campeona en 2000, la que parte como primera favorita. Pero la amenaza llegará sin duda del tenis ruso, que ha colocado a cinco de sus representantes entre las 10 primeras favoritas del torneo, después del impacto que causaron el año pasado cuando Anastasia Myskina se proclamó campeona en Roland Garros; Maria Sharapova, en Wimbledon y en el Masters; y Svetlana Kuznetsova, en el Abierto de EEUU. Todo esto supone que tanto Davenport como la francesa Amelie Mauresmo y las hermanas Venus y Serena Williams tendrán en las raquetas rusas el más duro adversario.
El primer Grand Slam del 2005 no podrá contar con las dos finalistas de la pasada edición, las belgas Justine Henin-Hardenne y Kim Clijsters, y es la estadounidense Lindsay Davenport, campeona en 2000, la que parte como primera favorita. Pero la amenaza llegará sin duda del tenis ruso, que ha colocado a cinco de sus representantes entre las 10 primeras favoritas del torneo, después del impacto que causaron el año pasado cuando Anastasia Myskina se proclamó campeona en Roland Garros; Maria Sharapova, en Wimbledon y en el Masters; y Svetlana Kuznetsova, en el Abierto de EEUU. Todo esto supone que tanto Davenport como la francesa Amelie Mauresmo y las hermanas Venus y Serena Williams tendrán en las raquetas rusas el más duro adversario.