Menú

El intimismo de Bruce Springsteen cautiva a los 7.500 asistentes de su concierto en Madrid

A las 21:50 horas del jueves Bruce Springsteen pisó el escenario del Palacio de los Deportes de la Comunidad. 140 minutos más tarde lo abandonaba dejando a 7.500 fieles con un sentimiento contradictorio, el que surge tras asistir a un concierto inolvidable por el que muchos hubieran dedicado todos sus ahorros para que no tuviera fin. El Boss mezcló los nuevos temas de su nuevo disco "Devils & Dust" con las canciones más exigentes de sus anteriores trabajos. Ya fuera con la acústica, la eléctrica, la armónica, el armonio o el piano, el artista de New Jersey demostró que, en el mundo de la música, sólo hay un Jefe.

A las 21:50 horas del jueves Bruce Springsteen pisó el escenario del Palacio de los Deportes de la Comunidad. 140 minutos más tarde lo abandonaba dejando a 7.500 fieles con un sentimiento contradictorio, el que surge tras asistir a un concierto inolvidable por el que muchos hubieran dedicado todos sus ahorros para que no tuviera fin. El Boss mezcló los nuevos temas de su nuevo disco "Devils & Dust" con las canciones más exigentes de sus anteriores trabajos. Ya fuera con la acústica, la eléctrica, la armónica, el armonio o el piano, el artista de New Jersey demostró que, en el mundo de la música, sólo hay un Jefe.
(Libertad Digital) Sólo hizo falta un saludo para que el cantante estadounidense Bruce Springsteen cautivara a las 7.500 personas que atestaban el Palacio de los Deportes de la Comunidad Madrid. Fue el primer guiño del Boss, la primera parada de un romance que concluyó dos horas y veinte minutos después con cientos de asistentes incumpliendo las órdenes de la organización al copar la parte más cercana al escenario. Nadie se lo podrá echar en cara: bastante que aguantaron dos horas sentados cumplidamente en sus butacas.
 
Fueron 140 minutos de un chorreo constante de viejos temas y nuevas creaciones alternadas de forma desigual por el mayor genio del rock. Springsteen tomó la guitarra acústica, la eléctrica (maravillosa "State Trooper"), el piano, su inseparable armónica y el armonio como un hombre orquesta tocado por una mano divina. El concierto comenzó con el artista sentado al órgano atacando una interpretación magistral de "My Beautyful Reward", tal vez para imprimir lustre a uno de los peores discos del artista, "Lucky Town". Sin tiempo para el descanso, abordó una irreconocible "Reason To Believe", con voz y armónica distorsionada, taconeo y rabia contenida.
 
La actuación estuvo salpicada de momentos que a buen seguro los asistentes atesorarán el resto de su vida. De la pléyade de momentos irrepetibles sobresale la la versión a piano de "The River", ya un clásico se interprete como se interprete y dure lo que dure (la recogida en su disco en directo "Live In New York" dura la friolera de 11 minutos), o "My Hometown", un regalo a los madrileños que no concedió a los de Barcelona.
 
La organización repartía a la entrada unos folletos en los que indicaba que el concierto estaba concebido como una actuación intimista –¿intimista tocando ante 7.500 personas en un Palacio de los Deportes?–, por lo que se solicitaba el silencio del respetable durante las canciones. Sin embargo, el público madrileño no acata imposiciones. Menos aún en un concierto de rock. Menos aún si el que está encima del escenario es Springsteen. Todo el entusiasmo contenido a lo largo de los nueve primeros temas se desbordó cuando comenzó a sonar "Maria's Bed", tema incluido en "Devils & Dust", el último disco del neoyorquino. La gente acompañó la melodía con las palmas, violación que a Springsteen le complació y que volvió a probar poco más tarde.
 
El hecho de que la actuación fuera memorable en su integridad, no evita que se le puedan encontrar ciertos errores. No fue acertada, por ejemplo, la elección para cerrarla: tocar del tirón "Jesus Was An Only Son", "Leah", "The Hitter", "Matamoros Banks", todas de tiempos lentos, mitigó el entusiasmo generado tras escuchar temas como "Long Time Commin'", "Highway Patrolman" o "Empty Sky". Muy a duras penas consiguió recuperarlo en el encore final, con una versión gamberra de la ya de por sí gamberra "Ramrod" y una excelente "Land Of Hope And Dreams".
 
Cabe destacar por encima de todo el hecho de que, por fin, Madrid disponga de una recinto con una acústica razonable. La levedad de los temas interpretados provocaran que, en muchas ocasiones, el sonido del aire acondicionado se combinara con la música que emanaba de la garganta del Jefe.
 
Concierto mágico, redondo, imborrable. Actuación que, como ya adelantó Sprinsgteen al comenzar la gira, no apta para los que quisiera escuchar grandes éxitos como "Thunder Road" o "Born to Run". La mayoría de los asistentes no eran de los que piden "Born in The USA", sino los que suspiraron cuando sonaron los acordes de "For You". O como la chica que no paró de llorar mientras El Jefe cantaba "The River".

Temas

En Sociedad

    0
    comentarios