(Libertad Digital) La crónica del corresponsal en España del británico The Times comienza con una historia que, como otras tantas, llegan a los hogares españoles por medio de sus receptores de televisión: "Un transexual que había tenido un pequeño escarceo con la fama como amante de un famosillo de quinta, es interrogado sobre sus días de gloria y sobre sus pechos inflados con silicona. Llegado un momento, su madre, obviamente disgustada, es llevada al programa como invitada sorpresa, para que cuente cómo ambos no se han dirigido la palabra durante años". Y apunta: "bienvenidos a la típica noche de la telebasura española, o tele-rubbish".
Según el periodista, la fórmula es fruto de agitar un cocktail con "ex amantes de toreros contando historias sobre sus agitadas vidas sexuales, o niños prodigio explicando cómo cayeron desde la gracia de manos de las drogas, el alcohol o un amante". Todo ello, con un plantel de "periodistas" (entrecomillado en el artículo) en "sesiones de gritos" en los que "es difícil saber quién está hablando o qué es lo que están diciendo". En el programa de Javier Sardá, Crónicas Marcianas, destaca el artículo, "el show generalmente acaba con algún invitado desnudándose".
Los datos recogidos por Graham Keeley para The Times son concluyentes. "Hoy", dice el periodista, "el programa más popular, Aquí hay tomate, es visto por al menos cinco millones de personas todos los días de la semana, con el 26 por ciento del share. Es seguido de cerca por Salsa Rosa, cuyo share de audiencia en las noches del sábado es del 25 por ciento, ya que lo sintonizan tres millones de personas". Este fenómeno fue impulsado por las privadas, apunta, pero a medida que los ingresos de TVE no alcanzaban ni de lejos sus costes crecientes, la televisión pública, con las autonómicas, se lanzaron también a la nueva fórmula de éxito. Keeley recaba la opinión de Rosa Villacastín, que se explica el fenómeno diciendo que "la gente está harta de política y de economía; bastante tienen con sus propios problemas".