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Pablo Molina

La izquierda y las armas químicas

¿Qué tienen en común el Senador John Kerry y Ruth Porta? Exacto, los dos son políticos, de izquierda y millonarios. Pero no acaban aquí las coincidencias entre los representantes del progresismo a ambos lados del Atlántico: todos, sin excepción, exigen a la coalición internacional que demuestre la existencia de armas químicas y de destrucción masiva en el Irak de Sadam, a pesar de que, paradójicamente, ninguno de ellos cuestionó su existencia previamente al inicio de la guerra –de hecho, ésta era sólo una de las mútiples razones que los aliados adujeron para intervenir en Irak–.
 
Asumida la amenaza mundial que representaba el régimen sadamita, su única discrepancia con los Estados Unidos y los aliados europeos residía en la forma de desactivarla, algo que ha sido convenientemente olvidado, de cara a la nueva estrategia antiamericana patrocinada por nuestros hombres y mujeres de progreso.
 
Sin embargo, para evitar este olvido doloso están precisamente las hemerotecas y periodistas como Larry Elder, que escribe un saludable recordatorio de lo que decían los portavoces más cualificados de la izquierda americana antes del inicio de la segunda fase de la Guerra del Golfo.
 
Por ejemplo, el ex-gobernador de Vermont y hoy triste candidato demócrata —después de su derrota en Iowa y New Hampshire— Howard Dean, aparecía en Face the Nation en septiembre de 2002 afirmando que "es incuestionable que Sadam Hussein es una amenaza para los Estados Unidos y nuestros aliados". En febrero de 2003, durante un discurso en la Universidad de Drake, Dean dijo: "estoy de acuerdo con el Presidente Bush (él ha dicho que Saddam Hussein es malvado). Y lo es. Es un dictador vicioso y un acreditado embustero. Ha invadido a sus vecinos, ha usado armas químicas y no ha podido explicar lo ocurrido con todas las armas químicas y biológicas que tenía antes de la Guerra del Golfo. Ha asesinado disidentes y rechazado someterse a sus obligaciones bajo las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Y además ha intentado construir bombas nucleares. Cualquiera que crea en la importancia de limitar la proliferación de armas de destrucción masiva, el valor de la democracia, y el valor central de los derechos humanos debe convenir en que Saddam Hussein es una amenaza. El mundo sería un lugar mejor si él estuviera en un lugar distinto al sillón presidencial de Bagdad o de cualquier otro país. Por eso quiero ser claro. Saddam Hussein debe ser desarmado. Esto no es discutible; es un hecho".
 
Por su parte, el militar más furiosamente antimilitarista del ejército mundial, General Wesley Clark, antes de convertirse en el candidato presidencial demócrata anti-guerra, testificó el 26 de septiembre de 2002 ante el Comité de las Fuerzas Armadas: "No se requiere tener ninguna doctrina aquí. Quiero decir que este es simplemente el derecho ancestral de los Estados Unidos y otras naciones a adoptar las acciones que juzguen necesarias para su autodefensa... Cada presidente ha desplegado las fuerzas necesarias para actuar. En caso de necesidad lo hacen sin ayuda multilateral. Lo hacen anticipándose al conflicto si es necesario... Cuando actuamos en Kosovo, no tuvimos la aprobación de Naciones Unidas... Es incuestionable que Sadam Hussein es una amenaza... Sí, tiene armas químicas y biológicas... Él está, por lo que sabemos, intentando adquirir capacidad nuclear aunque no dispone de cabezas nucleares todavía. Si poseyera armas nucleares, creo que nuestros amigos en la región se enfrentarían a un enorme e incesante riesgo, como nosotros."
 
También el ex-presidente Bill Clinton, en su reciente visita a Portugal en octubre de 2003 le contaba al presidente Durao Barroso, según éste, que "estaba absolutamente convencido, dados sus años en la Casa Blanca y el acceso a información privilegiada, de que Irak poseía armas de destrucción masiva hasta la caída del régimen de Sadam". Y eso, por no hablar del senador Kerry, flamante vencedor de las primarias demócratas en los dos estados en los que ya se han celebrado, que además de coincidir con sus colegas respecto a las armas votó en el senado a favor de la reanudación de la guerra de Irak.
 
Parece claro que hasta la izquierda plural consideraba en esos momentos más pernicioso el régimen de Sadam Husein que una colección de documentales financiados por Robert Redford a mayor gloria del terrorismo marxistoide. Pero para aquellos que aún dudan sobre el uso de este tipo de armas por Irak, será bueno recordar lo ocurrido en la ciudad de Halabja, en la frontera con Irán, bombardeada en 1988 por Sadam con armas químicas en un ataque sin precedentes en el que murieron más de 5.000 personas a causa de una mezcla mortífera que incluía agente VC, gas mostaza y gas sarin, y sobre el que el New York Times publicó un extenso artículo el pasado 11 de diciembre de 2002 en el que se puede leer "Hamida Hassan temblaba en un colchón del hospital, juntando las rodillas con las costillas. Suprimió otro golpe de tos y se estiró a lo largo ayudando a los doctores a desabrochar sus ropas. Yo soy sólo una mujer, dijo, nadie creerá mis palabras. Pero mire usted mi cuerpo y sabrá si Saddam Hussein tiene armas químicas o no. Los doctores la despojaron lentamente de su ropa. Una piel arrasada apareció: marcas de injertos en clavícula y hombros dando paso a unos pechos desfigurados y cicatrices a través de su ombligo y cintura. Los doctores dicen que sus pulmones también están llenos de cicatrices. (...) Los supervivientes recuerdan la respuesta de los portavoces del presidente Husein cuando las noticias del ataque llegaron a todo el mundo. Culparon a Irán. El gobierno de Husein finalmente admitió la verdad la semana pasada, 14 años después, en una tierra aislada por las sanciones y la geografía donde todavía no ha habido un estudio exacto de las consecuencias de esta acción".
 
Según parece, los familiares de los miles de víctimas asesinadas por el régimen de Sadam tienen una opinión ligeramente distinta a la que mantiene la izquierda sobre la existencia de armas químicas y de destrucción masiva en Irak. Aunque es seguro que este ejercicio involuntario de memoria selectiva no tiene nada que ver con las perversas acusaciones de algunos medios iraquíes, acerca de los regalos con los que Sadam supuestamente tenía a bien premiar las labores de apoyo al régimen de algunos políticos, sobre todo franceses. Después de todo ¿quién es capaz de imaginar a un político francés entablando relaciones de amistad con un tirano genocida

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