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Carlos Semprún Maura

Las cuentas de la lechera

Unos mil investigadores –y no dos mil como pone El País, que siempre exagera lo que le conviene–, dimitieron ayer de sus “cargos administrativos”, y no de sus cargos de directores y otros puestos ejecutivos en los laboratorios de la investigación científica. Aunque el “abandono” de las tareas administrativas puede crear problemas de gestión en dichos laboratorios, esta dimisión resulta simbólica, ya que nuestros profesores seguirán cobrando sus sueldos y podrán seguir, si es que lo hacían, investigando. Magnifica oportunidad para el Gobierno de aprovechar estar crisis para entablar enérgicamente una reforma de todo el sistema de la investigación científica en Francia. Reforma con la que sueñan, sin atreverse a llevarla a cabo. Tampoco se atreven a decir a los científicos que “se van, se van, se van, pero se quedan”, que se les jubila fulminantemente, por falta profesional. Podría ser una buena manera de iniciar la reforma, que una serie de informes, procedentes de diversas fuentes, exigen con urgencia, porque los científicos no defienden la ciencia, sino sus salarios y buenas condiciones de vida. Lo cual me parece legítimo, nunca se gana bastante, pero que no den gato por liebre.
 
No se trata, pues, de investigación, sino de dinero, y el gobierno ha decidido aumentar los créditos de mil millones de euros al año, de 2005 a 2007. Que este año no se aumenten, tiene, creo, dos justificaciones: la mala situación económica y el continuo aumento de la deuda pública, así como la necesidad de un compás de espera, para intentar iniciar, al fin, las reformas. Y es precisamente lo que no quieren nuestros científicos, quienes pretenden impedir que nada cambie, para seguir chupando del bote. En este periodo electoral, evidentemente, la izquierda se ha apoderado de estos temas tan nobles, como la defensa de la ciencia, de la cultura, y hasta de la inteligencia. Pues bien, esta semana será “social”.
 
No sólo manifestarán los científicos, también los sindicatos de enseñanza, los intermitentes del espectáculo permanente, y algún sindicato de parados. Todo esto pretende animar la campaña para las elecciones regionales, que es particularmente siniestra, pero cuyas consecuencias concretas –descentralización, nuevas competencias para las regiones, impuestos locales y no sólo alcantarillas–, no parecen interesar a nadie, cuando en realidad tienen su importancia, hasta el punto que en los sondeos ya se anuncia la aplastante victoria por mayoría absoluta, de la abstención. Yo soy un viejo cascarrabias, quien por motivos diversos, incluso periodísticos, ha asistido a tantas elecciones, que incluso si estoy convencido de que no puedo haber democracia sin elecciones, estas me aburren. También es cierto que mucho más me interesan las mías, o sea las españolas. Pues no es así, no me aburro sólo yo, mucho más se aburren los franceses, sobre todo los jóvenes, quienes declaran mayoritariamente en los sondeos que no piensan votar. Me atreveré, como si del gordo de Navidad se tratara, a hacer un pronóstico: primero, la abstención; segundo, la mayoría actual; tercero el PS y sus perritos falderos, cuarto el FN, y ni siquiera migajas para la extrema izquierda.

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