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Thomas Sowell

¿Qué logran los impuestos bajos?

Hace varios años, el distinguido economista Jagdish Bhagwati, durante una conferencia a estudiantes de postgrado en la Universidad de Cornell, preguntó quiénes de los presentes asistirían a un debate sobre libre comercio que esa noche tendría con Ralph Nader. Nadie levantó la mano. Sorprendido, preguntó por qué. La contestación fue que lo consideraban una pérdida de tiempo, dado el tipo de tonterías que Nader dice y que han sido impugnadas desde hace años por economistas. El resultado fue que esa noche la audiencia estuvo compuesta de gente totalmente ignorante en economía que aplaudió a Nader.
 
El profesor Bhagwati es uno de los pocos economistas destacados que comprende la necesidad de confrontar las falsas ideas económicas de la gente, incluyendo a los supuestamente educados. Los premios Nobel Milton Friedman y Gary Becker son otras excepciones que se dirigen al gran público, en lugar de limitarse a análisis técnicos entre economistas y estudiantes. La mayoría de los economistas fallan al no tratar de educar al público, concentrando su tiempo y esfuerzos en alguna esotérica y estrecha investigación.
 
El resultado es el auge de falsedades en las discusiones sobre política económica, mientras que su impugnación permanece escondida en libros viejos y publicaciones académicas bajo una capa de polvo en los anaqueles de las bibliotecas. Como dice el economista Dick Armey, ex líder de la mayoría de la Cámara de Representantes: "La demagogia le gana a las estadísticas en la promulgación de políticas gubernamentales".
 
A veces, las falsedades se basan en algo tan sencillo como la no definición exacta de los términos utilizados. Todo el mundo ha escuchado que bajo el libre comercio los países con altos sueldos como EE.UU. pierden puestos de trabajo que se mudan a naciones con bajos salarios. Cuando fue aprobado NAFTA, el tratado con México y Canadá, abundaron las predicciones sobre la "gigantesca succión" de puestos de trabajo hacia México. La realidad es que el número de puestos aumentó en millones en EE.UU. después de NAFTA y el desempleo cayó a niveles no experimentados en años. Tras esas equivocadas predicciones yacía una confusión respecto al nivel de salarios y el coste laboral.
 
El nivel de sueldo por unidad de tiempo no es lo mismo que el coste laboral por unidad producida. Cuando a los trabajadores se les paga el doble, pero producen tres veces más, el coste laboral por unidad producida es más bajo. Una investigación demostró que el promedio de la productividad de los trabajadores en el sector económico moderno de la India es un 15% de la de los trabajadores en EEUU. Es decir, si usted le paga al trabajador promedio en India una quinta parte de lo que paga a un trabajador aquí, le costará más fabricar su producto en la India.
 
En ciertos sectores, como los programas de computación, los trabajadores de la India se acercan más y por ello se subcontratan allí esos trabajos. Pero prácticamente todos los países gozan de ventajas comparativas, paguen sueldos muy altos o muy bajos.
 
Aquellos que se quejan de la “exportación” de puestos de trabajo ignoran la cantidad de trabajos que han sido “importados” por el libre comercio de la economía norteamericana. Sólo la empresa alemana Siemens emplea a decenas de miles y Toyota ya ha producido 10 millones de vehículos en EEUU. El gran maestro de la administración de empresas Peter Drucker mantiene que importamos muchos más puestos de trabajo de los que exportamos. Lo que pasa es que quienes denuncian esa exportación ignoran el tamaño de la importación.
 
El libre comercio internacional produce el beneficio de una mayor productividad y también el problema de los ajustes a esa mayor productividad, o sea, la pérdida de puestos en empresas e industrias poco competitivas. Las fábricas de máquinas de escribir fueron destruidas por el surgimiento de los ordenadores y lo mismo sucedió con los coches de caballos cuando apareció el automóvil.
 
Una de las aparentemente invencibles falsedades de nuestros tiempos es la creencia que las rebajas de impuestos de Ronald Reagan causaron los déficit en los años 80. La realidad es que hubo mayor recaudación durante la presidencia de Reagan que nunca antes. Pero no hay cantidad de dinero que el Congreso no pueda gastar de más.
 
El llamado recorte de impuestos para "los ricos" fue en realidad un recorte por dólar devengado. Los ingresos, entonces, se dispararon y en total se recaudaron más impuestos que antes. A nivel estatal y municipal, el error ha llevado a tratar de solucionar los problemas de presupuesto aumentando las tasas, lo cual hace que la gente y las empresas se muden, empeorando la situación.
 
Los controles de precios son otro área donde sólo se necesitan conocimientos económicos elementales para comprender que sus consecuencias son escasez, mala calidad y mercados negros. Eso sucede repetidamente alrededor del mundo, pero los políticos siguen proponiendo controles de precios y los votantes siguen apoyándolos.
 
Algunos temas económicos son complejos, pero a veces algún hecho le dice todo lo que tiene que saber. Cuando uno se entera de que los planificadores de la economía soviética tenían que determinar 24 millones de precios y ajustarlos constantemente en relación con los demás en la medida que cambiaba la situación, se concluye que el fracaso del comunismo no fue casualidad. Desde el primer día, no tenía ninguna posibilidad de éxito. Se trata de algo totalmente diferente cuando cientos de millones de personas le hacen un seguimiento individual a los pocos precios que necesitan conocer para tomar sus propias decisiones en una economía de mercado.
 
Cosas sencillas como estas no entusiasman a los economistas ni hay premios en su carrera profesional para quienes se ocupan de aclarar la realidad al público. La única razón para hacerlo es que es indispensable, especialmente en año electoral.
 
© AIPE
 
Thomas Sowell, académico de Hoover Institution; su más reciente libro: “Basic Economics: A Citizen’s Guide to the Economy” (Basic Books). Este artículo fue publicado originalmente por el Wall Street Journal, diario que autorizó la traducción de AIPE.

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