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Carlos Semprún Maura

"La Beresina"

El proyecto de Chirac es presentarse de nuevo a las presidenciales de 2007, y confirmar a Alain Juppé como su heredero. Para lograrlo, varias condiciones son necesarias. La primera, que la Justicia anule la decisión del Tribunal de Nanterre condenando a Juppé a diez años de ilegibilidad. Esto nada tiene de inverosímil, tan exagerada fue la sentencia, y tan evidente la mala fe política de los jueces. La segunda es que los fallos de memoria del Presidente que noté, y no fui el único, aunque de ello no se hable, en la entrevista del 1 de Abril, se deban a lo que sea, salvo a los primeros síntomas de una grave enfermedad que le impedirían gobernar. Y, claro, ante todo: que Chirac y su partido ganen las próximas elecciones.
 
En esta óptica puede explicarse, hasta cierto punto, el mantenimiento de Raffarin en el cargo de Primer Ministro. Servirá de chivo expiatorio (como Mitterand hizo con Rocard) y, además, no va a estar cambiando de Primer Ministro cada dos por tres, mientras espera la vuelta triunfal de Alain Juppé.
 
Lo de “chivo expiatorio” se manifestó claramente en el Parlamento, cuando Raffarin, en su discurso sobre política general, defendía su balance, a la vez que acataba las nuevas orientaciones del Presidente, y los diputados de su mayoría bostezaban ostentosamente. Las nuevas orientaciones del Presidente, son sencillas: la beresina, como se dice aquí cuando se trata de una retirada general, refiriéndose a una derrota militar de Napoleón.
 
Todas las reformas iniciadas, que como ya dije eran malas por ser demasiado timoratas, se archivan. No es que se reformen las reformas, intentando mejorarlas. No, en absoluto. Se limitan a considerar legítimas todas y cada una de las reivindicaciones de “la calle”, y a ceder en todos los terrenos, empezando por echar a los ministros que tuvieron problemas.
 
Chirac exige de Raffarin que prosiga la política de Jospin, olvidándose todos que éste fue barrido por los electores hace sólo dos años. Muchos son los comentaristas que se inquietan por la extraordinaria versatilidad de los electores, que zapean alegremente para cambiar de mayoría a un ritmo acelerado, ahora cada dos años, imponiendo así el inmovilismo y la imposibilidad de reformar. Algunos pesimistas, como Jean d’Ormesson, pronostican ya la victoria del PS, EN 2007. Pues no es nada seguro, debido precisamente a esta versatilidad.
 
Daré un solo ejemplo: como la izquierda va a gobernar 20 de las 22 regiones francesas, y como lo único seguro, aparte de que no van a mejorar las alcantarillas, es que van a aumentar los impuestos locales (o regionales), como ya lo han prácticamente anunciado declarando que el estado no les concede los medios necesarios, por poco que se pasen de la raya, los electores les tumban en 2007. El cuento de nunca acabar, y mientras tanto Francia se hunde poquito a poco, año tras año, sin querer darse cuenta, y mi vecina se indigna: ¿Cómo, no van de vacaciones? ¡Si es un deber!.

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