El Estado, al igual que Metis y algunas deidades marinas, como Tetis, tiene la capacidad de adoptar cualquier forma y transmutarse en cualquier materia. Metis se convirtió en gota de agua y su esposo Zeus inmediatamente se la bebió. El poder público va a adoptar en Cataluña la forma del condón, la textura del látex, para multiplicarse por los institutos, disimulado en cajas y metido en máquinas expendedoras.
¿Por qué no las instalan en la conselleria de agricultura o en las oficinas del Síndic de Greuges? El estudiante, el funcionario o el estibador que se quiere comprar una goma, ya sea para usarla, coleccionarla o hincharla como un globo, que es un truco muy agradecido en las fiestas, puede acudir a cualquier farmacia, supermercado, gasolinera o pub. Pero si la obtiene en un instituto por gentileza del poder púbico, digo público, se va a encontrar con Leviatán en el lugar menos indicado.
Mientras los nacionalistas arman nuestros ancestros y nuestra identidad, la vasta y basta izquierda apela a la cosa genital. Toparse en una empresa de auditorías, pongamos por caso, o en un transitario naval, con una maquina de condones, significa que el jefe es un cachondo o que los de la segunda planta quieren animar el cotarro. Nada semejante estamos autorizados a pensar si el lugar es un instituto.
Coincide todo esto con la aparición en La Primera de una señorita sexóloga enviada por el simpático Buenafuente, a quien hay que agradecer los servicios prestados. Sus clases de felación son tan estimulantes como el BOE. Mal pensados, no hay ningún festival erótico-legislativo en marcha. Sólo una puesta al día del matrimonio, el reconocimiento de derechos que no sabíamos que existían y mucha higiene, eso sí. Asepsia y prevención en las aulas bajo el velo plástico de Némesis, dueña del destino, vengadora.