El rey Mohamed VI de Marruecos ha enviado a España en misión especial a sus tres consejeros más escuchados y poderosos, los viceministros del Interior Alí El Hima, Exteriores, Fassi Fihri y Fuad Benaich, su consejero privado para asuntos españoles.
La misión de estos heraldos del Sultán marroquí consiste en mejorar la imagen del país, un tanto deteriorada –dicen en Rabat– por algunos medios de comunicación, entre ellos el diario El Mundo, la Cadena Cope y la emisora, Intereconomía. Que se sepa, Libertad Digital no forma parte todavía de este selecto grupo de medios aborrecidos por el régimen marroquí, pero ya vendrá.
Asombra en un país que camina hacia la modernidad o al menos eso dicen sus defensores bien remunerados en España, tanta dificultad para entender lo que es la libertad de prensa en las naciones democráticas.
Ya en la época del progenitor del Sultán, Hassan II, hubo bastantes problemas con España porque el difunto soberano se ponía como una fiera cada vez que una revista, periódico o emisora se atrevía a criticar los aspectos más sórdidos del régimen cherifiano: corrupción, crimen y violencia contra los disidentes, desigualdad y privilegios de las clases altas, capricho y fantasía del Palacio (real) y la corte del Sultán, etc.
El régimen marroquí y su monarca vuelven ahora a las andadas. No entienden que un diario como El Mundo haya publicado varios reportajes sobre la supuesta intervención marroquí o de los servicios secretos de Marruecos en el sangriento atentado del 11-M en Madrid. En vez de aclarar una serie de oscuros episodios relatados por el periodista Casimiro García Abadillo en un libro de enorme interés, o de desmentir con hechos lo que consideran una campaña de descrédito contra el régimen marroquí, el Sultán ha enviado a sus peones para que convenzan no se sabe si al gobierno de España, a la ciudadanía, o a los medios de comunicación sobre su inocencia y la de sus servidores. Una pena, porque este tipo de maniobras no pueden desarrollarse bajo palabra. Lo que los tres consejeros íntimos de Mohamed VI difícilmente podrán convencer a quienes sospechan de los servicios especiales marroquíes con simples declaraciones de principios y exaltación de las relaciones fraternales hispano-marroquíes. Lo que los españoles quieren es cooperación en el controvertido tema del terrorismo y en otros asuntos tales como la emigración clandestina, la presión fronteriza sobre Ceuta y Melilla o el narcotráfico.
Sinceramente la opinión pública española no tiene la impresión –todas las encuestas sobre el particular son taxativas– de que Marruecos colabore con España en estos y otros problemas. Y mientras esa colaboración no se produzca, mal puede hablarse de "excelentes relaciones" entre los dos países por muchos abrazos que se den el ministro Moratinos y su colega, Benaissa.