Los premios Nobel de Literatura y de la Paz nunca debieron concederse con el nombre del inventor de la dinamita. A diferencia de los premios que se conceden en campos científicos, donde hay un método, unos criterios, una comunidad científica, en literatura y política la arbitrariedad es casi absoluta (peor en el segundo caso).
Han sido ya muchas las pifias de los Nobel políticos, desde Arafat a la última premiada, partidaria de la ablación del clítoris y otras bestialidades. En esos premios es imposible garantizar un principio que reduzca la posibilidad de hacer el ridículo a un mínimo aceptable, y las meteduras de pata acumuladas en la concesión de los Nobel no científicos afectan al lustre del premio en general (aunque todos saben que hay premios Nobel clase A y clase B, y la posibilidad de distinguirlos los salva del descrédito). En Economía, por ejemplo, ha habido un proceso acelerado de purificación científica en la disciplina, por así decir, y hoy día toda la Ciencia Económica respetable es producto de la aplicación del método científico a su objeto de estudio, con técnicas cada vez más refinadas que, en algún caso, superan en complejidad y sofisticación a las utilizadas en cualquier otra ciencia (es el caso de la estadística y la econometría y algunos campos de las matemáticas). La talla científica de los premios Nobel de Economía, una ciencia muy joven, es en todos los casos indiscutible, a pesar de que se premia a economistas que alcanzaron el cenit de su carrera hace 20 o más años (y en ese tiempo la Ciencia Económica ha avanzado mucho). No hay Ciencias "Sociales". Eso es un camelo que ha durado ya demasiado. O es una Ciencia o no lo es, y eso viene determinado por el método y no por el objeto.
En el caso de los Premios Príncipe de Asturias la cosa es aún peor, porque todos son de clase B. Además se conceden a la española, es decir, chapuceramente. Al personaje que es noticia el día que se reúne el jurado le puede caer un viaje a Oviedo con todos los gastos pagados. En su corta vida no podía haber acumulado más desprestigio.