Están por todas partes. Los Rectores son los más dóciles. Los intelectuales ya han empezado a trincar. Pegándose siguen por recoger las migajas de los premios y las exposiciones. Y los viajes. Las redacciones de los periódicos y las radios están plagadas de gentes que siguen la consigna: o conmigo o contra mí. O conmigo o tiro en la nuca. El 36 se repite en los decretos y en las columnas de la prensa afecta. A los desafectos ni agua. Se disfrazan de demócratas, pero, seguramente, siguen a pies juntillas las consignas del periódico del régimen. Ocupan casi todos los espacios públicos y jamás osan discutir una medida del Gobierno. Todos como una piña búlgara. Menos aún, se atreven a mirar la realidad. No quieren ver el duro programa que los nacionalistas han impuesto a ZP, que conlleva la desaparición de la política. Matar a la Nación española es el objetivo último de ese programa, que pasa por negar, arrinconar y matar a la oposición, o sea, al PP. Negar la política para después negar la nación es el eje "vertebrador" de la coalición nacional-socialista que desgobierna España.
Sin embargo, la negación de ese catón es la consigna que cumplen, con mejor o peor fortuna, los palmeros del poder en todos los medios de comunicación. Este personal simula, actúa y habla como si estuviéramos en una democracia normal, cuando ellos saben, e incluso lo reconocen en privado, que la demencial actuación del Gobierno socialista sólo puede ser tildada de populista y antisistema. A veces, no obstante, se les va la lengua y acaban negándose su pequeña y bochornosa identidad. Son unos botarates hundidos en sus inmundicias parlantes. No saben que es la dignidad. Afirmar directamente lo inexistente los convierte en seres peligrosos. Peores que los poderosos, o los maniobreros electorales, son casi siempre estos desdichados palmeros.