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EDITORIAL

Faluya y los terroristas que se "resisten" a la democracia

Lo que tantos occidentales cegados por el odio a su propia civilización se niegan a creer es precisamente que sean “terroristas extranjeros y los nostálgicos de Sadam” la fuente del sufrimiento que persiste en Irak tras el derrocamiento de la dictadura

"He dado mi visto bueno a las fuerzas multinacionales y al Ejército iraquí para que limpien la localidad de terroristas". Con estas palabras el presidente interino iraquí, Iyad Alaui, ha dado luz verde a lo que se espera que sea el asalto final a Faluya, bastión donde se ha hecho fuerte el núcleo duro de los integristas que se oponen a la transición política del país y donde se cree que se esconde el brazo jordano de Osama Bin Laden, Abu Musab Zarqaui.
 
Esperemos que esta operación militar logre su objetivo lo antes posible y que cause el menor número de bajas civiles posibles, por mucho que los terroristas —además de haber asesinado ya a varios centenares— utilicen a muchos de ellos como verdaderos escudos humanos ante la ofensiva militar que les viene encima. También cabe denunciar, en este sentido, el uso por parte de los terroristas de las mezquitas, los hospitales y otros lugares públicos como depósitos de armas.
 
Junto a esta luz verde a la ofensiva militar, el gobierno iraquí ha ordenado —con bastante retraso, dicho sea de paso— el cierre de la frontera con Siria y Jordania, y el establecimiento de un toque de queda en las poblaciones de Faluya y Ramadi. Como ha señalado Alaui, "ha llegado el tiempo de que Siria actúe. No permitiremos que ni asesinos llegados del exterior, ni los seguidores de Sadam, inflijan daño al pueblo iraquí".
 
Esto último es precisamente lo que tantos occidentales cegados por el odio a su propia civilización en general y a los Estados Unidos en particular se niegan a creer; que sean “terroristas extranjeros y los nostálgicos de Sadam” la fuente de ese sufrimiento que persiste en el pueblo iraquí tras el derrocamiento de la dictadura. Y es que la inmensa mayoría de los medios hace suyo, por el contrario, el mismo diagnostico que de Irak hacen los autores del 11-S y del 11-M.
 
Aunque de la noble empresa militar en apoyo de la transición democrática en Irak haya desertado el Gobierno de ZP para regocijo de los autores de la mayor masacre terrorista de nuestra historia, desde aquí seguimos esperando que los iraquíes, y cuantos soldados aliados —empezando por los estadounidenses— luchan junto a ellos, logren acabar de forma implacable con esos terroristas a los que esta España ensangrentada y cegada tras el 11-M sigue asombrosamente exaltando con los dignos ropajes de la “resistencia”.

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