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Más vale no ver un problema que tener que resolverlo y, si alguien insiste en su urgencia o gravedad, hay que negar la mayor cuantas veces sea necesario

Los medios de comunicación informan de que los tres grandes estados europeos –Reino Unido, Alemania y Francia– han logrado un importante éxito diplomático. El régimen de los ayatolás ha aceptado poner fin a su programa de enriquecimiento de uranio, escondido tras la construcción de centrales nucleares para uso civil. La "diplomacia preventiva" ha dado sus frutos y el "vínculo transatlántico" se refuerza tras los daños producidos por el desencuentro entre aliados ante la crisis de Irak. Europa proporcionará a Irán el combustible necesario para poner en funcionamiento sus futuras centrales.
 
La historia resulta familiar. La memoria nos retrotrae al primer mandato del presidente Clinton, cuando los servicios de inteligencia norteamericanos dieron la voz de alerta ante el avanzado estado del programa nuclear de Corea del Norte. La diplomacia trabajó a fondo, centrándose en mitigar los motivos que habían llevado a aquel régimen político a tomar tal decisión. El resultado fue el "Acuerdo Marco" de 1994, por el que un conjunto de potencias se comprometía a construir centrales nucleares de uso civil y aportar alimentos a cambio del fin de la experiencia nuclear. La sociedad internacional respiró tranquila tras el acuerdo y creyó haber conjurado un grave caso de proliferación, una de las mayores amenazas a la seguridad global tras el derrumbamiento de la Unión Soviética. Sin embargo, las ilusiones se desvanecieron. A fines de los noventa los servicios de inteligencia comenzaron a sospechar que Corea del Norte había reanudado de forma secreta su programa nuclear. Estados Unidos presionó y, al final, el régimen comunista reconoció que había incumplido el Acuerdo Marco. Hoy se estima que, además de misiles, disponen de dos o tres cabezas nucleares. El "Acuerdo Marco" fracasó porque una de las partes no estaba dispuesta a cumplirlo. Se limitó a utilizarlo para ganar tiempo y continuar con su programa sin presiones externas.
 
¿Está Irán dispuesto a abandonar realmente su objetivo de enriquecer uranio? Hasan Rowhani, Consejero de Seguridad Nacional del Gobierno iraní ha declarado, según el Wall Street Journal, que no están hablando de cese, sino de "suspensión voluntaria". Javier Solana, por su parte, ha reconocido que estamos ante el inicio de un proceso negociador, que tiene que concluir en la aprobación de un sistema de garantías. No hay, por lo tanto, acuerdo.
 
Irán está tratando de ganar tiempo manifestando una voluntad negociadora. Teme que la Agencia Internacional para el control de la Energía Atómica remita el dossier Irán al Consejo de Seguridad, ante su incapacidad para controlar el proceso de enriquecimiento de uranio que, de forma irregular, se está desarrollando en aquel país. Eso es, exactamente, lo que Estados Unidos desea y lo que sus aliados europeos tratan de evitar, para no encontrarse de bruces ante una nueva crisis militar. Más vale no ver un problema que tener que resolverlo y, si alguien insiste en su urgencia o gravedad, hay que negar la mayor cuantas veces sea necesario. Nadie nos podrá acusar de falta de coherencia. Somos perfectamente previsibles.

Bush ha sido reelegido y ya nunca más tendrá que presentarse a unas elecciones. Ha explicado con claridad cuáles son los fundamentos de su política exterior y tiene muy claro que Irán es uno de los problemas más importantes que tiene sobre su mesa. Dispongámonos a presenciar la próxima crisis trasatlántica y la nada fácil gestión de la crisis iraní.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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